miércoles, 19 de septiembre de 2012

Mi padre no tiene Facebook

Mi padre no tiene Facebook. Ni twitter. Ni sabe exactamente qué es eso de las redes sociales. No es que sea un analfabeto tecnológico: fuí el primer niño con PC de mi clase, allá por el año 87, cuando los pocos privilegiados que tenían algún cacharro en casa presumían de poseer todo un Spectrum de teclado de goma o un Amstrad con pletina incorporada en el teclado. Y fue él el que lo compró y me introdujo en el por aquel entonces futurista mundo del MS-Dos, el Basic y los diskettes de 5 1/4 ". 

Pero según los medios de comunicación de estos tiempos tan modernos que vivimos, mi padre no cuenta, no tiene opinión, no figura en sus estadísticas. Porque no le da a "me gusta". Porque no tuitea. Ni retuitea. Porque no sabe lo que es un "hashtag". Ni un "trending topic". Para ellos, simplemente, no existe. Pero mi padre hace años que me habló de la burbuja inmobiliaria que iba a estallar. Y no se dejó engañar con lo de las preferentes. Y conoce perfectamente los entresijos de la creación de esta Unión Europea renqueante, sin necesidad de recurrir a la Wikipedia. Y siempre pensó que el Euro era un mal invento en una Europa tan diversa.

En la era del conocimiento, según algunos, la desinformación campa a lo largo y ancho de nuestro mundo, el real y el cibernético. La necesidad de la novedad permanente y la dictadura de la inmediatez han acabado con la reflexión y la sensatez, con la sabiduría de los pies en la tierra, que tiene su tempo particular. En las noticias se cuelan continuos bulos. En facebook se difunden imágenes con pies de foto erróneos. Los trending topic duran a veces lo que un suspiro. 

Ahora que se acerca el otoño y que estamos empezando a desmantelar el huerto, los tozudos pimientos están esplendorosos, y nos obligan a seguir su ritmo y a esperar a que maduren sus frutos, antes de arrancarlos. Sería bueno que todos, incluídos los medios de comunicación, tomáramos su ejemplo y nos paráramos un poco a reflexionar, para digerir todo lo que está pasando y no dar por buenas las cosas en función de los "megustas" o "tuits" que generan. Si no, seremos como el urbanita tecnológico que fue de turismo rural a un pueblo y al que preguntó un lugareño: "Usted es de ciudad, ¿verdad?" "Sí, ¿cómo lo ha sabido?" "Pues porque de tanto mirar p´arriba, lo primero que ha hecho al llegar ha sido pisar una mierda".

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