miércoles, 19 de septiembre de 2012

Mi padre no tiene Facebook

Mi padre no tiene Facebook. Ni twitter. Ni sabe exactamente qué es eso de las redes sociales. No es que sea un analfabeto tecnológico: fuí el primer niño con PC de mi clase, allá por el año 87, cuando los pocos privilegiados que tenían algún cacharro en casa presumían de poseer todo un Spectrum de teclado de goma o un Amstrad con pletina incorporada en el teclado. Y fue él el que lo compró y me introdujo en el por aquel entonces futurista mundo del MS-Dos, el Basic y los diskettes de 5 1/4 ". 

Pero según los medios de comunicación de estos tiempos tan modernos que vivimos, mi padre no cuenta, no tiene opinión, no figura en sus estadísticas. Porque no le da a "me gusta". Porque no tuitea. Ni retuitea. Porque no sabe lo que es un "hashtag". Ni un "trending topic". Para ellos, simplemente, no existe. Pero mi padre hace años que me habló de la burbuja inmobiliaria que iba a estallar. Y no se dejó engañar con lo de las preferentes. Y conoce perfectamente los entresijos de la creación de esta Unión Europea renqueante, sin necesidad de recurrir a la Wikipedia. Y siempre pensó que el Euro era un mal invento en una Europa tan diversa.

En la era del conocimiento, según algunos, la desinformación campa a lo largo y ancho de nuestro mundo, el real y el cibernético. La necesidad de la novedad permanente y la dictadura de la inmediatez han acabado con la reflexión y la sensatez, con la sabiduría de los pies en la tierra, que tiene su tempo particular. En las noticias se cuelan continuos bulos. En facebook se difunden imágenes con pies de foto erróneos. Los trending topic duran a veces lo que un suspiro. 

Ahora que se acerca el otoño y que estamos empezando a desmantelar el huerto, los tozudos pimientos están esplendorosos, y nos obligan a seguir su ritmo y a esperar a que maduren sus frutos, antes de arrancarlos. Sería bueno que todos, incluídos los medios de comunicación, tomáramos su ejemplo y nos paráramos un poco a reflexionar, para digerir todo lo que está pasando y no dar por buenas las cosas en función de los "megustas" o "tuits" que generan. Si no, seremos como el urbanita tecnológico que fue de turismo rural a un pueblo y al que preguntó un lugareño: "Usted es de ciudad, ¿verdad?" "Sí, ¿cómo lo ha sabido?" "Pues porque de tanto mirar p´arriba, lo primero que ha hecho al llegar ha sido pisar una mierda".

lunes, 28 de mayo de 2012

Junta de culata

El pasado sábado, mi Lola, nuestro sufrido amigo Paco y yo, nos subimos en nuestra querida furgoneta con la intención de pasar un minifindesemana en la playita, cargados de botellines, sombrillas y muchas ganas de desconectar de la crisis, la prima de riesgo y las bankiasrotas de estos últimos días. No habíamos recorrido ni 60 km cuando se encendió la lucecita del líquido refrigerante, así que, unos kilómetros más tarde, paramos en una gasolinera, ya cerca de Jerez. En ese momento, la furgoneta decidió que no podía más y largó todo el líquido refrigerante y el agua que tenía en el circuito. El de la grúa estuvo de acuerdo con nosotros: seguramente se le había ido la junta de culata.

Es curioso, le he estado dando vueltas al tema durante un par de días, y lo que nos ha pasado con la furgoneta me recuerda un poco a lo que está pasando ahora en España.  Se nos ha ido la junta de culata (el sistema financiero), así que no paramos de perder líquido refrigerante (euros), pero nuestros gobernantes, en vez de intentar arreglarla, siguen echando líquido (inyecciones a la banca), que no para de irse por la junta, que no hace su función de cierre hermético del circuito, con lo cual, la temperatura del motor no sólo no disminuye, sino que no para de aumentar (prima de riesgo).

No entiendo mucho de mecánica, pero para la junta de culata hay dos opciones: o se intenta reparar, lo cual no es siempre posible, porque la deformación puede ser grande si se han alcanzado temperaturas muy altas, o se cambia el motor por uno nuevo o en mejor estado. En España llevamos ya cuatro años intentando arreglar la avería, sin éxito. De hecho, la fuga es cada vez mayor y ya no nos queda líquido refrigerante, y seguramente tengamos que pedírselo prestado a los vecinos europeos, que son un tanto reticentes al tema. 


El cambio de motor podría ser un poco traumático, pero a la larga nos proporcionaría un vehículo potente y con un futuro prometedor. La pregunta es si nuestros gobernantes serán capaces de ver esto antes de que nos quedemos sin líquido refrigerante y sin dinero para comprar otro motor, aunque sea de segunda mano...

lunes, 2 de abril de 2012

Periodismo de audiencias

Hace ya tiempo que soy consciente de que los medios de desinformación eligen sus contenidos bajo la presión de las audiencias y, por tanto, de los anunciantes, que son, al fin y al cabo, los que pagan. El dinero, una vez más, manda, y los periódicos, radios, televisiones y demás, se ven obligados a elegir noticias, fotos y vídeos que aumenten el número de lectores, oyentes o televidentes. ¿Es esto correcto? ¿Podrían sobrevivir estos medios haciendo un periodismo meramente informativo?

La semana pasada pudimos asistir al revuelo mediático que se desató a raíz de los asesinatos ocurridos en Toulouse. En el telediario de nuestra querida y muy premiada cadena pública lo llamaron, textualmente, "el asesino de Toulouse", saltándose a la torera la presunción de inocencia y lanzándose al periodismo más amarillo. Y durante varios días pudimos ver, con todo detalle, cómo había discurrido el asedio y posterior tiroteo que derivó, finalmente, en su muerte, así como en las declaraciones, más o menos políticamente interesadas, de los candidatos franceses.

El pasado miércoles, mientras hojeaba tranquilamente el teóricamente serio y más o menos objetivo, diario El País, me encontré con una foto de un tibetano quemándose a lo bonzo en la India para protestar por la ocupación china en su país. ¿Habría salido este hombre en el periódico si hubiera realizado una protesta pacífica? Ni en el mejor de sus sueños...Para rematar la faena, ayer me encontré, en el mismo diario, con la foto de un cadáver de un sirio que era pateado por un miliciano de los llamados rebeldes. Periodismo de calidad, sí señor.

¿Aportan algo estas fotos? ¿Aportó algo el audio del tiroteo de Toulouse? ¿Es necesario buscarles apodos a los supuestos delincuentes sin que haya habido siquiera un juicio de por medio? Sé que los medios de comunicación las están pasando canutas por la crisis, pero no creo que eso sea excusa para tratar las noticias en términos de audiencias. Los terroristas buscan, precisamente, eso, audiencia, así que esta manera de presentar la información no hace más que difundir su mensaje, que es el terror, pura y llanamente.

El autor de los asesinatos de Toulouse llevaba una cámara con la que grabó sus infames actos, a sabiendas de que algún medio sin escrúpulos lo acabaría emitiendo. Esperemos que esto no ocurra, aunque lo veo difícil, dada la permeabilidad que ofrece, hoy en día, internet. Estos individuos, que actúan cada vez con menos medios y casi en solitario saben que encabezarán las primeras páginas y los primeros minutos de los periódicos e informativos si golpean donde más duele. Sin embargo, con protestas pacíficas y respetuosas, las reivindicaciones no suelen aparecer en ningún sitio, por justas que éstas sean.

Siempre me llamó la atención la cantidad de minutos que acaparaba la organización terrorista ETA en los medios cada vez que cometía un atentado y siempre me pregunté qué habría pasado si se hubiera tratado el asunto en términos únicamente policiales. El terror es tremendamente eficaz si se extiende. Si se le aisla, es prácticamente inocuo. Los periodistas y, sobre todo, sus jefes, deberían hacer una reflexión muy profunda sobre su contribución a la extensión del terror, que está condicionando la vida de muchos ciudadanos en el mundo. Aunque si lo hicieran, quizás no podrían dormir.


photo credit: Roberto Carlos Pecino via photopin cc

jueves, 22 de marzo de 2012

Creadores de empleo

El candidato Arenas nos ha regalado esta semana con una de sus innovadoras propuestas:la autovía Cádiz-Huelva, que bordea todo el Parque Natural de Doñana. De hecho, ha afirmado que será la primera gran obra pública que apruebe. Por lo visto es una necesidad perentoria que estas dos provincias estén unidas por esta magna autovía para ahorrar 45 minutos en el trayecto. Por lo visto, el señor Arenas, ha oído la voz de la calle, que clamaba por esta moderna carretera. Yo, desde luego, no.

El caso es que, para justificar su ocurrencia y ahuyentar a los de las milongas de la sostenibilidad, que dicen que afectará muy negativamente al Parque Nacional de Doñana, una de las excusas que utiliza es que se crearán 1.400 empleos. Una frágil barquita de trabajdores en un océano de más de 5.000.000 de parados. Ya ves tú. Y se queda tan a gusto, el tío.
En la línea del señor Arenas, propongo varias medidas parecidas. Apostemos por la energía nuclear, de una vez por todas. Además de los empleos generados durante su construcción, funcionamiento y desmantelamiento, tenemos garantizados un montón de puestos durante siglos en la gestión de los residuos creados. Podríamos hacer un AVE de Sevilla a Matalascañas para que los sevillanos puedan llegar a su querida playa en el tiempo de tomarse un café, y así daríamos trabajo a unos cuantos almonteños. ¿Y por qué no pavimentar las playas de arena, tan incómodas y sucias, y dar algo de trabajo al sector de la construcción?

Hace poco estuve en una manifestación contra la reforma laboral, una de tantas. Un hombre de unos cincuenta años y de aspecto lozano con barba de papa noel sindicalista se me acercó con unos papelitos. Al entregarme uno me dijo que tenía la solución para el desempleo desbocado de nuestro país: hacer AVEs, construir autovías... Yo le dije que mucha gente no podía permitirse ir en AVE, el tren de los ejecutivos, y le pregunté que quién se iba a montar en él. Me miró con ojos estupefactos y me dijo que lo importante era crear empleo ahora. Que luego ya se vería.

Y aquí estamos, en el país de las líneas de AVE deficitarias, de las autovías fantasma que reciben dinero de papá estado para compensar sus pérdidas millonarias, de los aeropuertos sin aviones. Se crearán tropecientos miles empleos, dicen para justificarse. De lo que no hablan es de la calidad de esos empleos. De su sostenibilidad en el tiempo. De su contribución al país. El empleo se ha convertido en un fin en sí mismo, sin importar ninguna cualidad. ¿Cuánto durará ese empleo? ¿Qué pasará con ese trabajador después de la obra? ¿Cuánto ganará? ¿Qué horario tendrá? Todo eso da igual, lo importante es reducir la cifra de parados. Y si hay que llevarse por delante uno de los parques nacionales más importantes de Europa, pues p´alante, campeón.


photo credit: Hamed Saber via photopin cc

martes, 13 de marzo de 2012

Dos veces en la misma piedra

And I sincerely believe, with you, that banking establishments are more dangerous than standing armies; and that the principle of spending money to be paid by posterity, under the name of funding, is but swindling futurity on a large scale.
 
Carta de Thomas Jefferson a John Taylor, 28 de mayo de 1816

(Y creo sinceramente, como tú, que los sistemas bancarios son más peligrosos que los ejércitos, y que el principio de gastar dinero para ser pagado a posteriori, bajo la forma de financiación, no es más que estafar al futuro a gran escala.)


Hace poco me encontré con esta cita en una carta al diario El País. Bueno, realmente no era ésta la cita exacta, sino otra extraída de la película-documental "Zeitgeist", que, tras una breve investigación cibernética, ha resultado no ser verdad. Internet es muy peligroso en este sentido: los bulos se transmiten con inusitada velocidad. Recurrir a fuentes contrastadas es siempre garantía de veracidad, y yo le he confirmado en la Enciclopedia Británica.

Bueno, vayamos al meollo de la cuestión, que me disperso. Al leer la cita, me llamó mucho la atención cómo, habiendo, hace casi 200 años, gente con esa visión de futuro, hemos podido llegar a la situación que estamos viviendo hoy en día, en la que son esos sistemas bancarios los que realmente están gobernando el mundo.
Como bien dice el refrán, "El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra". En todas las épocas ha habido gente que ha alertado sobre las consecuencias futuras de actuaciones presentes. En todas las ocasiones, nadie les ha hecho caso. Los gobernantes suelen tener esta capacidad innata para ignorar los consejos y las opiniones de aquéllos que les bajan de su trono de poder a la realidad palpable. Si la opinión de un asesor recomienda tomar medidas que les pueden hacer perder votos hacen oídos sordos. Su horizonte nunca va más allá de los cuatro años que hay entre elecciones.

De este modo, a lo largo de los siglos, se han repetido decisiones cortoplacistas que han provocado, de nuevo, guerras, crisis económicas, crisis energéticas... En este momento estamos viviendo una crisis económica que ya se dio a principios del s.XX, aunque a menor escala, y vamos camino de una crisis energética parecida a la que en los años setenta propició el arranque de las energías renovables. Lamentablemente, estas crisis nunca han servido para la reflexión y la creación de nuevos sistemas económicos y energéticos que permitieran una sociedad sostenible en el espacio y en el tiempo. Por el contrario, se han olvidado en el momento que han pasado, y siempre hemos vuelto a las andadas. En algunas ocasiones, en muy poco tiempo (Primera y Segunda Guerras Mundiales, por poner un ejemplo).

Estaría bien que nuestros gobernantes no tropezaran dos veces, e incluso más, con la misma piedra. Pero para eso tendrían que sentarse, reflexionar y pensar más allá de su partido y de la legislatura. Supongo que es mucho pedir.


martes, 6 de marzo de 2012

Chisteras, cantimploras y sarpullidos

El domingo pasado disfruté, una vez más, del programa del Follonero, Salvados, un oasis de buen y fresco periodismo, del que hace que el entrevistado se sienta incómodo, como en una silla de éstas de diseño que nadie se atreve a criticar, pero que nadie compra. En esta ocasión, el invitado era el honorable Jordi Pujol, expresidente de la Generalitat de Cataluña.

Ante las embestidas del Évole, el expresident acabó por, digamos, confesar que, ante un hipotético referéndum sobre la independencia de Cataluña, votaría que sí. Supongo que sería que sí a la independencia porque en los referéndums se suelen hacer preguntas tan rebuscadas que el sí puede significar que no y viceversa. El honorable Pujol le echaba la culpa a la anticatalana España, no sé si hermana, madre o mala vecina y decía sentirse mal por estar a favor de la independencia. Extraño sentimiento éste: o se es independentista, con orgullo y alegría, o no se es, pero ser independentista y sentirlo es la cuadratura del circulo, digo yo.

El caso es que siempre que veo a estos, como diría Savater, necionalistas enarbolar la bandera de la independencia y echar la culpa de todos sus males a la intrasigente y maldita España siento mucha pena. Pena por lo demagogo de muchos de sus argumentos victimistas. Pena por lo alejados de la realidad que están sus pensamientos. Pena por la pérdida de tiempo que todo esto supone. 

En España llevamos ya siglos de convivencia en los que, lógicamente, nos hemos acabado mezclando en muchos ámbitos: culturales, lingüísticos, económicos. Esto se refleja muy bien en el idioma castellano, que es como un gran cocido al que, si le quitas alguno de sus ingredientes, por pequeño que sea, deja de existir, pierde su esencia, su razón de ser.


De este modo, si elimináramos las palabras catalanas de este cocido lingüístico, ya no podríamos acordarnos de nuestra querida peseta. Nos moriríamos de sed al no poder llevar cantimplora. No podríamos pintar cuadros, ya que no tendríamos pincel, ni podríamos disfrutar de los fuegos artificiales, porque no tendríamos pólvora.

Pasaría lo mismo si suprimiéramos las palabras vascas, lo que nos privaría del riquísimo bacalao. La izquierda dejaría de existir, aunque, hoy en día, nadie sabe dónde está. Los magos no podrían sacar nada de la chistera y pasaríamos un tremendo frío en invierno al no poder llevar chamarreta. No podríamos tomarnos ninguna cerveza en el kiosco del parque, ni podríamos tirarnos ningún órdago jugando al mus.

Por último, en cuanto al gallego, deberíamos renunciar al albariño y a la queimada. La morriña no podría inspirar ninguna canción ni nos la podríamos quitar organizando algún sarao. Eso sí, ya no tendríamos que sufrir ningún molesto sarpullido.

Aunque esto no deja de ser un ejercicio de separatismo lingüístico me sirve para confirmar lo mezclados que estamos, la cantidad de cosas comunes que compartimos en este bello país. Mi padre es cordobés, mi madre menorquina, yo nací en Barcelona y soy andaluz de adopción. Y de todo ello disfruto, todo tiene su parte buena y su parte mala. Pero es lo que soy. Si los políticos se dieran cuenta de esto y no vieran a nuestro país como una serie de autonomías estancas y separadas, nos iría mucho mejor.







lunes, 27 de febrero de 2012

Musicoterapia

Como estoy un poco harto de noticias negativas, de sustos económicos y de reformas justas, necesarias y beneficiosas, hoy he decidido escribir sobre algo positivo que ví ayer en la tele. Estaba yo medio traspuesto en el sofá disfrutando de una siesta para recuperarme de las riquísimas migas con que nos había regalado mi padre cuando empezó el programa En Movimiento Con en esa cadena que todo el mundo ve, pero que tiene una audiencia paupérrima (La 2). En este programa se muestran iniciativas solidarias a través de la mirada de un personaje famoso y de un ciudadano desconocido, anónimo o como se le quiera llamar. En esta ocasión hablaron de dos proyectos: la Fundación CRAM, que se dedica a la rehabilitación y recuperación de animales marinos en Barcelona y el uso de la musicoterapia en el Hospital Sant Joan de Déu, también en Barcelona.

El proyecto de la Fundación CRAM me pareció estupendo, muy interesante, pero el que más me llamó la atención fue el de la musicoterapia del Hospital Maternoinfantil Sant Joan de Déu de Barcelona. Mediante este proyecto, en colaboración con la Asociación de Musicoterapia Ressó, el hospital quiere favorecer, en los niños enfermos, la comunicación, el aprendizaje, la movilidad y la expresión, a la vez que mejorar sus condiciones físicas y psíquicas durante el tiempo de su ingreso.
 
 Hay muchísimas definiciones de musicoterapia, pero la que me más me ha gustado es ésta: "tratamiento o curación gracias a la combinación de sonidos". La musicoterapia no es un tratamiento alternativo, sino complementario. Puede tratar muchas dolencias, como el autismo, el alzhéimer, la neurosis, las enfermedades terminales... De este modo, para el insomnio, en vez de tomarte un Clonazepam puedes escuchar cualquiera de los Nocturnos de Chopin. Si lo que tienes es hipertensión te pueden venir bien las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Si lo que sufres es un dolor de cabeza, no hay nada mejor que escuchar la Serenata de Schubert... ¡Qué bonito sería salir de la consulta médica con un CD en vez de con una receta!

En el programa En Movimiento Con se ve cómo a una madre que sostiene en sus brazos a su bebé prematuro se le ilumina la cara al ver llegar a dos musicoterapeutas con sus instrumentos y sus ganas de curar con sus canciones. O como un niño con un problema en el colon espera con una mezcla de nervios e ilusión en su estómago y con un xilófono en su regazo la llegada de estas dos colaboradoras del hospital para repasar la lección que le pusieron la semana anterior. 

Tal y como se explica en la web del hospital, "actualmente son numerosas las publicaciones médicas y del ámbito de la psicología, que demuestran los beneficios de la incorporación de la música en el proceso terapéutico en su sentido más amplio, no sólo directamente sobre los niños, sino también en los familiares y profesionales. La música tiene un poder evocador, favorece la imaginación y la visualización de experiencias vividas, mejora el estado de ánimo, facilita la relajación y, en definitiva, promueve una experiencia positiva de los sentidos".

En este mundo tan individualista y medicalizado, es inspirador y esperanzador ver iniciativas como ésta, que demuestran que no todo se resuelve con pastillas y máquinas, que el contacto y la relación con nuestros semejantes no sólo es beneficioso, sino que es necesario para nuestro bienestar físico y mental. Los hospitales no pueden limitarse al tratamiento puramente médico, sino que deben velar por el bienestar del paciente, tanto físico como psíquico, promoviendo un ambiente sano y alegre. Seguramente con esto se ahorrarían mucho en gasto farmacéutico, ahora que están tan de moda los recortes y la austeridad. Yo, personalmente, intentaría aplicar un poco de músicoterapia en algunos ámbitos políticos y judiciales que parecen estar, últimamente, un poco enfermos...

miércoles, 22 de febrero de 2012

La estupidez humana

En la National Geographic de febrero (versión en inglés) hay una noticia en la que se habla del aumento en los robos de cuernos de rinocerontes en museos europeos a lo largo de 2011. Parece ser que, desde que circulan por Asia rumores que dicen que estos cuernos curan el cáncer, su valor se ha disparado en el mercado negro hasta igualar al del oro o la cocaína, y, como consecuencia, ha habido un aumento importante de los robos de cuernos de ejemplares disecados en museos de toda Europa. De hecho, en algunas ocasiones no se han conformado con cortar el cuerno, sino que se han llevado la cabeza completa, que puede llegar a pesar más de cien kilos. Así que muchos museos se han visto obligados a sustituir los ejemplares disecados por imitaciones, para evitar males mayores. Uno de ellos es el Museo-Acuario de la Universidad de Lieja, en Bélgica, donde un cartel informa a los visitantes de que el rinoceronte que están viendo es una imitación, "debido a la estupidez humana".


La estupidez humana tiene muchas variantes, puede ser congénita, puede ser debida a la educación recibida, pero quizás uno de los elementos creados por el hombre que más estupidez genera es el dinero. En el caso que nos ocupa, a nadie se le ocurriría la estupidez de entrar en un museo para robar un cuerno de rinoceronte si no le dieran un pastizal por ello. Pero hay infinidad de ejemplos parecidos. Por dinero participa la gente en algunos concursos televisivos que atentan contra su dignidad de forma palpable. Por dinero se metieron los Estados Unidos con algunos otros países amigos en la guerra de Irak. Por dinero estarían dispuestos Esperanza Aguirre y Artur Mas a aceptar las rocambolescas y abusivas condiciones que impone el magnate americano Sheldon Adelson para instalar su macrocomplejo de casinos Euro Vegas.

Vivimos en una sociedad en la que el dinero ha pasado de ser un medio de pago a convertirse en un codiciado bien en sí mismo. La afición de muchos inversores y especuladores al papel moneda nos ha llevado a la crisis económica en la que estamos sumidos y de la que no saldremos si el dinero no vuelve a su papel original, de medio de pago, con una economía real detrás que lo sustenta. Desgraciadamente, no parece que la mayoría de nuestros políticos y gobernantes se estén enterando de esto. ¿Será, quizás, que la estupidez humana es contagiosa? Chi lo sa...

jueves, 16 de febrero de 2012

Las dos Españas

Siempre me ha llamado la atención la pervivencia de las llamadas dos Españas a lo largo de los dos últimos siglos de nuestra Historia. Aunque los generalismos siempre son inexactos y, en algunos sentidos, peligrosos, suelen partir de una cierta verdad y, es evidente, que en la España, digamos, moderna, ha habido siempre una gran polarización en los temas más diversos: religiosos contra ateos, conservadores contra liberales, monárquicos contra republicanos, merengues contra culés... No somos, desde luego, maestros del término medio ni del respeto al contrario. No entendemos de relativismos. Somos expertos en el "o conmigo o contra mí".

Me produce tremenda tristeza ver cómo, hoy en día, después de tantas idas y venidas, del daño que ha hecho en nuestro país esta polarización endémica, seguimos con estos dos bandos más enfrentados que nunca. Y eso a pesar de que tenemos acceso a la mejor información que se ha tenido nunca sobre el tema, como para no incurrir en los mismos errores, con los medios que tenemos a nuestra disposición a través de internet, principalmente.

Hace tiempo que decidí no hablar de política con nadie a no ser que estuviera seguro de que mi interlocutor era capaz de escuchar opiniones contrarias o distintas a las suyas, no con tolerancia (esto implica una postura superior), sino con respeto. Hoy en día, en esta democracia tan libre y participativa que tenemos, esto es tremendamente complicado, sino imposible. Si criticas el cheque bebé de Zapatero, eres un pepero. Si no te molesta el matrimonio gay eres un izquierdoso. Partidos como UPyD no pueden existir, no tienen sitio en esta España dual, porque su color depende del cristal con que se mira (azul si el que mira es de izquierdas, rojo, si es de derechas).

Sin embargo, hay momentos en los que esta polaridad se disipa. Nuestros partidos mayoritarios, junto con algunos nacionalistas, entran de repente en una especie de equilibrio cósmico que hace que olviden sus ancestrales diferencias y voten al unísono. Y suele ser siempre en los mismos casos: en los de tocamientos de bolsillos propios. La última vez ha sido esta misma semana. PP, PSOE y CIU se han puesto de acuerdo para votar en contra de la propuesta de UPyD para limitar las pensiones de que disfrutan los expresidentes del Gobierno y hacerlas incompatibles con honorarios privados (leer más).

Está claro que, si queremos, nos ponemos de acuerdo. Lo triste es que, en esta España campeona en paro, en fraude fiscal y en políticos de rostro pétreo (por duro), nuestros gobernantes sólo lo hacen en todo lo que al mantenimiento de sus privilegios se refiere. Son la nueva nobleza y no quieren perder su modus vivendi. Aunque de nobles, tienen poco.

martes, 14 de febrero de 2012

Deportividad a la española

La semana pasada asistimos a uno de esos arrebatos de indignación española a la que nos tienen acostumbrados muchos medios de descomunicación de nuestro país, acompañados, esta vez, de la mayoría de los partidos políticos y de algunos deportistas de poca cintura humorística. Algunos de nuestros queridos vecinos franceses, campeones en lanzamiento de fruta desde camión, arremetieron, humorísticamente hablando, contra la, según ellos, laxa política de control antidopaje que rige en nuestro país. La respuesta de nuestros patrios medios de descomunicación no se hizo esperar: "Envidia cochina", respondieron en Marca, "Lo han hecho de mala fe", dice Nadal, "Intolerable", opinó el ministro Wert.

Los españoles somos, en general, muy aficionados a la crítica y al cachondeo hacia los demás, pero lo llevamos muy mal cuando el objetivo somos nosotros. Y cuando se nos toca la patria en su conjunto, olvidamos nuestros hechos diferenciales, arqueamos la espalda y empezamos a soltar espuma por la boca. Las federaciones piden una respuesta institucional, la Embajada española en París ha protestado formalmente, el Sevilla F.C. contesta con un "Liberté, Egalité...Superioridad" en sus camisetas...  Como decía un periodista el otro día en el diario El País, esto no es patriotismo, es patrioterismo.

El humor es crítica, ironía, mofa hacia cualquier cosa, persona, cultura, hecho, y esto conlleva que, a veces, con más o menos gracia, nos toque a nosotros. Y ya que presumimos de ser tan limpios y deportivos en nuestros triunfos, seámoslo también con los guiñoles franceses, aunque sean tan sólo unos muñecos de goma en un canal privado de audiencia limitada. Ayer lo dijo muy bien el humorista Goyo Jiménez en un programa de la televisión: lo que tendríamos que denunciar no es la acusación encubierta de dopaje a todo el deporte español, sino la poca gracia del chiste en sí.


Los franceses no se caracterizan, precisamente, por su sentido del humor universal. Nunca entendí dónde estaba la gracia de tirar la fruta de los camiones españoles cada vez que llegaban a la frontera de los Pirineos. Pero al humor hay que responderle con humor. Ataquemos recuperando nuestros guiñoles (¡Cuánto los hecho de menos!), encarguemos parodias a los Morancos, que El Jueves dedique un número especial a los franceses, y también un programa entero José Mota. Pero no nos parezcamos a aquéllos que se indignaron con las caricaturas de Mahoma en un diario danés en 2006, exigiendo su retirada inmediata. Quiero creer que somos mejores que eso.

martes, 7 de febrero de 2012

Palabras

Cuando era más joven y peinaba más pelo y menos canas tendía a tener mucha fe en las palabras, en su significado. Me tomaba bastante en serio todo lo que me decían. Si un amigo me decía que me iba a llamar por la tarde, me tiraba toda la tarde pendiente del teléfono. Si alguien me decía "a ver si nos vemos este fin de semana", contaba con ello y no organizaba nada alternativo, por no fallar. Si quedaba con alguien a las diez, allí me plantaba, a las diez en punto. Poco a poco, con el paso de los años, me he ido dando cuenta de que es muy posible que ese amigo termine no llamando, de que ese alguien no quede conmigo en todo el fin de semana y de que lo más probable es que ni a las diez, ni a las diez y cuarto ni a las diez y media haya nadie.

Vivimos en un país, sobre todo en su mitad Sur, en el que la palabra ha pasado a tener una función más de adorno que de otra cosa. Hoy en día la utilizamos para aparentar que somos puntuales, que nos acordamos de los amigos, que somos de izquierdas o de derechas... sin importarnos que luego los hechos desmientan nuestros dichos. Por aquí por mi tierra, por Andalucía, hay mil ejemplos. "A ver si nos vemos" puede significar "lo más seguro es que no te llame en años". "Luego te llamo" se puede traducir en un "tengo que hacer mil cosas y si me queda algo de tiempo a lo mejor te llamo, si eso". "Quedamos de nueve a nueve y media" se convertirá, seguramente, en "bufff, no creo que llegue antes de las diez".

Muchos políticos y gobernantes parecen expertos en este atraco colectivo al significado de las palabras, convirtiéndose en auténticos fieras del dondedijedigodigodieguismo. Nuestro actual y mariano presidente dijo que no iba a subir los impuestos y es lo primero que ha hecho en cuantito ha llegado al trono del poder. El exexcelentísimo y despilfarrador exalcalde capitalino y actual Ministro de Justicia califica de progresista el volver a una ley de 1985 que limita la decisión de las mujeres sobre sus actos. El iluminado presidente anterior negó la existencia de la crisis hasta que ésta le estalló en la cara. La automovilística alcaldesa de Valencia se querelló contra un periódico por decir que aceptaba bolsos de lujo como regalo y ha acabado reconociéndolo como si la cosa no fuera con ella. El partido que se autodefine como de los obreros celebra su último congreso en un hotel de cinco estrellas, a todo confort.

Y con los móviles esto no ha hecho más que empeorar. Expresiones como "estoy saliendo", "llego en cinco minutos", "no me llegó tu sms", "no ví tu llamada", se han convertido en habituales habitantes de nuestras conversaciones, aceptadas por todos como carentes de significado, como una manera cómoda y fácil de hacer mutis por el foro ante el incumplimiento de la palabra dada.

Me acuerdo mucho de una vez que mi padre me dijo que el lenguaje es el sistema de comunicación menos imperfecto que conocemos, y que, por tanto, tiene sus limitaciones. Si nos dedicamos a dejarlo sin significado, a desvestir a las palabras de su verdadero contenido, será difícil que lleguemos a entendernos y a tomarnos en serio. Todo esto hace que la sociedad en que vivimos sea más desconfiada, menos responsable, más egoísta. Estaría bien que recuperáramos las palabras en todo su significado. Que llamáramos después de un "luego te llamo". Que llegáramos a las diez si hemos quedado a esa hora. Que nos viéramos si hemos dicho "a ver si nos vemos". Viviríamos, entonces, en un mundo mucho mejor que éste.


miércoles, 1 de febrero de 2012

No vengas mañana

No vengas mañana. Con una frase parecida despidieron a mi novia hace ya casi dos años. Despido improcedente, admitido por la empresa, con la indemnización correspondiente. Pero no nos desviemos: ésta es una historia rocambolesca que se merecería otra entrada. No, esta vez no le ha tocado a ella. Ni tampoco es que hayan despedido a nadie en su empresa,  no. Supongo que es casi peor. En la empresa iba a entrar una nueva empleada, pero, después de haber superado el engorroso proceso de selección, con sus entrevistas, tests psicotécnicos y demás, y acariciando ya el tan ansiado primer día en su nuevo trabajo, recibió la fatídica llamada: no vengas mañana.

El motivo es muy sencillo: el famoso Real Decreto Ley 1/2012 que suprime las primas a las renovables y que, de hecho, paralizará su desarrollo en España. Gracias a este oportuno Real Decreto, la empresa ha tenido que cancelar todos los proyectos futuros que tenía planificados y, por tanto, todas las incorporaciones que tenía previstas. 

Parque eólico de Calahorra (Granada).- M. ZARZA (El País)
Los políticos de este país, y de tantos otros, son muy rápidos a la hora de firmar este tipo de leyes que recortan, suprimen o prohíben, sin pensar en las consecuencias directas que pueden tener para el ciudadano. Y si no, que se lo digan a los niños que van a recibir vales de comida en Grecia porque, gracias a los recortes del 60 % en el presupuesto de educación, no tienen nada que comer en todo el día en sus colegios. Se supone que las leyes están hechas para ayudarnos en nuestro día a día, regulándolo para evitar el caos. Se supone que deben, en último término, beneficiarnos. Cuando nos perjudican, los políticos se refugian en la excusa del bien común, de la macroeconomía, de problemas estructurales... Eso que se lo expliquen a la persona que iba a entrar en la empresa de mi novia.

Seguramente se había hecho ilusiones, había trazado planes: me hacen un contrato de un año, si lo hago bien, me harán indefinida en poco tiempo, a ver si el año que viene podemos hacer ese viaje que llevamos tanto tiempo planeando, en un par de años podré quedarme embarazada... Seguramente llevaba tiempo buscando, enviando cientos de currículums, ofreciéndose en decenas de empresas, haciendo diversos cursos para ampliar su formación. Probablemente había tenido días malos, había llegado a desesperarse. Y justo el día antes de empezar una temporada de una cierta tranquilidad, de una mínima seguridad, se topa con la realidad de un país en el que los políticos que nos gobiernan han perdido toda empatía con los ciudadanos a los que se supone que deben proteger, todo contacto con la realidad, no viendo más allá de las grandes cifras, de todo lo que empieza por macro. Se topa con que una ley aprobada por detrás, sin consultar a las partes implicadas, le impide el acceso a un empleo de un día para otro.

Me gustaría decirles algo a estos gobernantes que no paran de jodernos la vida con la excusa de que son medidas necesarias, de que no hay otro remedio. Hace tiempo que han dejado de merecer mi admiración y respeto. Ya no me interesan. No me sirven. Así que, por favor, no vengan ustedes mañana.

jueves, 26 de enero de 2012

Como todos los días

Como todos los días, suena la radio en el despertador a las 7:15 de la mañana. En el despertador de su novia. Él ya ni se acuerda de la última vez que conectó el suyo. Cuando se fue al paro, hace ya más de un año, estuvo algunas semanas, por inercia, con la alarma activada, pero cuando vió que la situación se prolongaba, optó por dejarlo apagado. ¿Para qué?, se dijo.
 
Como todos los días, se levanta antes que ella, que se queda remoloneando bajo el edredón. Se lava la cara con el agua fría, se viste y va a la cocina para preparar el desayuno. Un buen zumo de naranja y un buen café con leche, para que ella se vaya con las pilas mínimamente cargadas a ese trabajo que no le gusta, pero que les mantiene, mal que bien, todavía a flote. Cuando ella llega a la cocina, tarde, como siempre, él ya se ha terminado el café y hace como que está ocupado, con esto y con aquello, esperando a que ella se vaya, para no parecer un zombi. Le gusta darle un beso de despedida. Cuando oye el golpe seco de la puerta, coge su libro y se tumba en el sofá, a leer un poco. Aunque realmente no tiene obligación de hacer nada, esta rutina le ayuda a sentirse alguien, a no desvincularse de la sociedad trabajadora.

Como todos los días, una vez que deja su libro, enciende el ordenador y, mientras arranca, pone una lavadora o un lavavajillas: ya que es un mantenido, por lo menos que se vea que colabora con la casa. Entonces llega el momento más importante del día. Se sienta en el ordenador, frente a la pantalla que le conecta con el mundo exterior. ¿Y ahora qué coño hago?,  se pregunta. Lleva meses enviando currículums, portfolios, cartas de presentación. A Alemania, Gran Bretaña, Francia, Australia, incluso a la isla de Mauricio. Y, por supuesto, a España. Sin éxito. Se ha dado de alta en mil sitios, ha rellenado centenares de formularios, tiene decenas de enlaces en los marcadores de su navegador. Y todo para nada. Ni carrera, ni máster, ni idiomas. Nada parece que le sirva para encontrar un trabajo. Por lo menos en su campo. Y es que le cuesta aceptar que tantos años de estudio y de trabajo no le sirvan para ganarse la vida. Tantos años adquiriendo conocimientos, experiencias y habilidades para nada. Quizás esté empezando a ser demasiado viejo, a sus treinta y tantos. Sabe que hay que reciclarse, pero ¿en qué? Ni que fuera una botellín de cerveza o un tarro de mermelada. Sabe que a lo mejor tiene que emigrar, pero maldita la gana que tiene. Esta no era la película para la que había comprado la entrada. Se siente estafado.

Como todos los días, va a correr a una hora rara, de amas de casa y jubilados, antes de comer, solo, siempre a la misma hora. Luego vuelve al ordenador, ya sin muchas ganas, haciendo tiempo hasta que llega ella, harta de su jefe, harta de algún compañero, cansada de la mala leche que hay por todas partes. Él intenta empatizar, comprenderla, consolarla, pero lleva tanto tiempo fuera del mundo laboral, que le cuesta meterse otra vez en él. Mañana es viernes, bien, dice ella. Él ni se había dado cuenta. Todos los días le parecen iguales.

Como todos los días, cenan juntos mientras ven alguna serie con los capítulos cambiados, de temporadas pasadas. Él comenta alguna cosa que ha visto en internet. Algún correo de rechazo que ha recibido. Alguna puerta que cree que se podría abrir. A veces se hace ilusiones, otras simplemente calla, cansado de que las puertas se cierren. Ella se duerme, cansada y agobiada por la tensión en el trabajo. No le ha contado nada, porque sabe que él ya tiene bastante con su situación.

Como todos los días, se van a dormir a una hora más o menos decente, cansados y un poco aburridos de otro día anodino, sin novedad, gris. Él se acuesta primero, no tiene ninguna rutina particular, simplemente se acuesta. Ella tarda algo más. Apaga la luz y da las buenas noches. Él se queda mirando la luz que entra por las rendijas de la persiana. O mirando la hora que proyecta el reloj en el techo. Sumido en sus cavilaciones. Y piensa en que mañana sí, mañana le llegará la oportunidad, se abrirá la puerta que lleva tanto tiempo esperando. Como todos los días.

martes, 17 de enero de 2012

La culpa es de la lluvia

La culpa es de la lluvia. Bueno, más bien de la falta de ella. Esto es, más o menos, lo que dijo la excelentísima alcaldesa de Madrid, señora Botella de Aznar, aquél que reivindicaba su derecho a la barra libre automovilística, cuando le preguntaron el otro día por la alta contaminación del aire de Madrid en el comienzo de este recién estrenado 2012.  Según Ecologistas en Acción, el pasado 11 de enero se superaron los límites legales de dióxido de nitrógeno para todo 2012 (ver artículo en 20 minutos) en la capital de España. Según  la señora Botella, la culpa es de la falta de lluvia. No de los coches. Ni de los autobuses. Ni de los taxis. De la lluvia.

No sé si la señora Botella le da mucho a la ídem: la pobre lluvia hace lo que puede y ejerce su limpiadora labor cuando puede o le dejan. Lo que sí sé es que practica un deporte muy arraigado en nuestro país: el culpabilismo. En la piel de toro somos muy dados a buscar culpables y chivos expiatorios para justificar todo tipo de actuaciones o sucesos de dudosa moralidad. Y siempre se buscan enfrente, nunca en el bando propio. ¿Que Valencia está al borde de la quiebra después de 16 años de gobierno del PP? La culpa es de Zapatero, por no haber puesto límite al déficit. ¿Que Cataluña tiene uno de los mayores déficits de las comunidades autónomas? La culpa es de España, por incumplir el Estatut. ¿Que los bancos están arruinados por los impagos en las hipotecas y los créditos a las promotoras? La culpa es de los ambiciosos y despiadados ciudadanos que compraron viviendas que estaban por encima de sus posibilidades.

En el pueblo donde vivo, Mairena del Aljarafe, en el área metropolitana de Sevilla, ha aparecido hace poco un cartel enorme en el que se culpa a la Junta de Andalucía del retraso en unas obras que llevan meses paradas. El Ayuntamiento está gobernado por el PP. La Junta, ya sabemos por quién. Curiosamente, el gobierno anterior, del PSOE, no tuvo mayores problemas con el retraso. Éste de ahora, sí. Me gustaría saber qué haría el mismo Ayuntamiento en el caso de que el eterno candidato Arenas ganara las elecciones en marzo. Bueno, en realidad lo sé perfectamente. Le echaría la culpa a la lluvia.


Un país en el que se practica con tanta asiduidad el deporte del culpabilismo es un país en decadencia, de moral laxa, en el que sólo se buscan los culpables en el bando contrario, mientras que en el propio, sólo existen elogios, o silencio, cuando el asunto es tan evidente que no es posible taparlo con acusaciones a los de enfrente. A mí, lo que me gustaría realmente es que se dejara de buscar culpables y pasáramos a lo importante, que es encontrar a los responsables. Al culpable se le perdonan sus pecados. El responsable debe pagar por los delitos cometidos. 


A la señora Botella, le pediría que cree una comisión de investigación de esas que les gustan tanto a los políticos para que dilucide quién es el responsable de la emisión de gases contaminantes a la atmósfera de Madrid, porque sospecho de unas máquinas de cuatro ruedas que sueltan humos de olor pestilente por unos tubitos que tienen en los bajos de su parte trasera. Aunque, vistas las investigaciones patrocinadas por el partido de la señora Botella de Aznar, a lo mejor nos sorprendemos y de la investigación resulta que la culpa es de la lluvia. O del chachachá. A saber.

viernes, 13 de enero de 2012

Yo, mí, me, conmigo

En las últimas semanas se ha hablado mucho en los medios de desinformación sobre la decisión de la UE de no prorrogar el acuerdo pesquero con Marruecos que permitía a 101 barcos españoles faenar en sus aguas. El acuerdo era el siguiente: la vieja Europa paga 36,1 millones de euros al año a Marruecos para que 119 barcos (101 de ellos españoles) que no pueden pescar en aguas españolas porque las han esquilmado con unas prácticas insostenibles, puedan faenar en aguas del Sáhara Occidental, territorio no autónomo pendiente de descolonización, con el permiso del país que lo ocupa desde hace más de 30 años (con el permiso de occidente) y sin que los saharauís vean un euro o puedan opinar sobre el asunto.

A mí, que nunca dejo de maquinar, esto me ha dado una idea que quiero proponer a nuestros gobernantes, aprovechando el griterío y la indignación que ha provocado el asunto en el colectivo afectado, los pescadores de Barbate, principalmente, y nuestros amados gobernantes, autonómicos y superiores. Dado que a los arquitectos también se nos ha acabado en la piel de toro el recurso que nos daba de comer, la construcción, ¿por qué no pagar a Marruecos un dinerito al año para que los arquitectos españoles podamos ejercer allí, donde tienen ahora gran riqueza en dicho recurso? Podríamos así, seguir con la gran tarea aquí interrumpida por la crisis, a saber, el alicatado con edificios más o menos anodinos de cualquier metro cuadrado, costero o de interior, susceptible de generar euros.

El planteamiento en los medios del problema pesquero es siempre el mismo en España: esto es un tema muy grave, se perderán muchos puestos de trabajo, es una tragedia para el pueblo de Barbate... ¿Sabéis cuántos puestos de trabajo nuevos generó el acuerdo de 2011? Pues 170. ¿Sabéis cuánto dinero generó cada euro invertido? Pues 0,83 euros. Un negociazo, vamos. No dudo que hay gente que lo está pasando mal, que va a perder su medio de vida, y lo siento mucho por ellos, pero ¿nos da esto derecho a esquilmar los recursos de un país sin el permiso de sus habitantes? ¿Tiene sentido mantener un sector que lleva años arrasando con los recursos de los que depende? A los arquitectos nos ha pasado un poco lo mismo, pero a mí no se me ocurre pedirle al gobierno responsabilidades ni ayudas. El sector no se sostiene, pues habrá que dedicarse a otra cosa, habrá que reciclarse.

En España somos muy dados al griterío, a la indignación fácil, a la demagogia. Y los medios son  muy sensibles a ciertos sectores: cuando deja de faenar una centena de barcos, abren el telediario con el asunto; cuando cierran una fábrica de coches con 200 trabajadores, le dedican un reportaje enterito... En este momento hay miles de arquitectos, ingenieros, bioquímicos... en este país que no tienen cómo ganarse la vida, que están repartiendo pizzas, buzoneando o, directamente, emigrando. Y ninguno pide ayudas públicas, ni acuerdos injustos y abusivos con otros países para poder ejercer allí su profesión. De forma callada, discreta, y con mucha imaginación, se están buscando la vida. Sin cortar carreteras, sin ocupar calles, sin molestar a nadie. Quizás otros sectores más vociferantes y gritones, que sólo se miran al ombligo, deberían tomar ejemplo.


Nota: los datos se han tomado de un artículo de Ecologistas en Acción (ver más).

viernes, 6 de enero de 2012

Las cincuenta

El otro día fuí a un chino a comprar papel de regalo. Sí, lo confieso, fuí a un chino a comprar. Hace tiempo me dije, tras ver cómo se me rompía un paraguas que acababa de comprar en uno de estos maravillosos establecimientos, que no volvería a comprar allí, pero es que los tíos son muy listos y han puesto uno al lado de la casa de mis padres. Bueno, a lo que voy, el caso es que había allí unos clientes pagando. El chino, en un español medio decente, les dijo que eran 45,50 €, a lo que uno de ellos respondió: "¿quieres las cincuenta?". Y no, no penséis que se refería a cincuenta gallinas, o cincuenta cervezas o cincuenta carteras llenas de billetes de 500 euros. Estaba hablando de los céntimos.


Hace tiempo que vengo observando que muchísima gente atribuye el género fémenino a los céntimos. Para los de la ESO: que el personal dice "las 50 céntimos", en vez de "los 50". 
Tras sesudas reflexiones he llegado a la conclusión de que no es por el tema éste tan de moda de la igualdad que obliga a políticos y simpatizantes de lo políticamente correcto a enredarse en el vosotros/vosotras, todos/todas y demás sandeces que tenemos que sufrir actualmente, no. La cuestión es que me da la sensación de que el personal echa de menos la peseta. Es como si nos pareciera bien el euro para las cosas más caras, más lejanas al común de los mortales, y necesitáramos del calor cercano de la peseta para las cosas más mundanas, más baratas, que todavía se pueden contar en céntimos.


Supongo que no soy el único que desde el primer día en que el dichoso euro entró en nuestras vidas se dio cuenta de que, por arte de birlibirloque (¿qué diantres será un birlibirloque? Le dedicaré una entrada otro día...), todo pasó a costar mucho más. El café, de 100 a 166 ptas. Una barra de pan, de 50 a 80 ptas. Etc, etc. Sin embargo, por otro misterioso fenómeno, los sueldos no sufrieron estas estratosféricas subidas, con el lógico resultado de que nos hemos tenido que rascar los bolsillos muchísimo más desde aquél fatídico uno de enero de 2.002.

Me resulta entrañable esto de llamar en femenino a los céntimos, este inconsciente deseo colectivo de volver a nuestra querida y cercana peseta.  Y me da igual lo que digan los papás mercados, la prima de riesgo o el abuelo FMI: hoy por hoy, el euro, al ciudadano de a pie, al currito de la calle, no le ha supuesto más que quebraderos de cabeza y poco o ningún beneficio real, más allá del simplón hecho de poder viajar a la vieja y rica Europa sin tener que pagar abusivas comisiones por el cambio de moneda: pobre mejora a cambio de la gran pérdida de poder adquisitivo que hemos sufrido todos. A mí, ahorita mismo, me encantaría que volviera la peseta y sus asequibles y razonables precios. Así que, a partir de ahora, llamaré a los céntimos en femenino, a ver si sirve para algo.

miércoles, 4 de enero de 2012

Idolatrías

Hoy, mientras me desinformaba con el telediario de la primera, me he enterado de que operaban a la presidenta argentina, Cristina Fernández (no me gusta eso de que se coja el apellido del marido, así que lo omito, que para eso es mi blog) de un cáncer de tiroides. Lo que me ha llamado la atención no ha sido que el hospital elegido para tan magno evento sea privado, a esto ya nos tienen acostumbrados nuestros mandatarios de lo público, sean de izquierdas o derechas, sino la vigilia que decenas de jóvenes han organizado en las horas previas frente al edificio donde transcurría la operación. A mi padre lo operaron de lo mismo este verano, pero se tuvo que conformar con su familia y algunos de sus amigos, el pobre.

Siempre se han producido idolatrías, supongo que desde que el hombre es hombre. Por miedo, por ignorancia, por anhelo, tendemos a necesitar de figuras con un cierto halo divino, que nos protejan de las miserias del día a día, que nos guíen en este mundo tan impredecible. Esto podía tener su utilidad en épocas en las que había un gran desconocimiento sobre el planeta que habitamos y la vida era una continua incertidumbre. Tener a alguien como ídolo podía calmar las almas de mucha gente, con lo que se evitaban posibles conflictos y se conseguía una cierta estabilidad.

Lo curioso es que este fenómeno tan antiguo, no sólo no ha desaparecido en la era de la información y las nuevas tecnologías, sino que está en plena expansión. Nunca antes en la historia de la humanidad habíamos sabido más y mejor sobre el mundo que nos rodea. Nunca había habido un acceso a toda esta información y conocimiento acumulados a lo largo de los siglos tan sencillo y universal. Sin embargo, y no sé por qué motivo, se idolatra con un fervor inusitado. Ya no hace falta que seas un chamán con poderes curativos, ni un gran estratega militar, ni un gran literato. Basta con que los medios te eleven al altar de los ídolos y allí estarás, en el olimpo de los elegidos por el pueblo. Políticos de cejas sorprendentes, cantantes con tirabuzones, futbolistas de gesto enfadado, príncipes casamenteros, entrenadores de verbo violento, princesas del pueblo... Todos son idolatrados si los medios así lo deciden, sin que nadie cuestione su mérito. Y con la misma rapidez, los mandan al limbo del olvido.

Lo peor de todo esto es que, una vez en el selecto grupo de los idolatrados, estos personajes pueden hacer o decir lo que les dé la real gana. Nadie va a atreverse a decir que se equivocan, que están metiendo la pata. Todos les aplaudirán. Siempre con el permiso de los medios, eso sí. La presidenta argentina ha conseguido seguir con la senda de crecimiento económico que emprendió su marido, no le voy a quitar el mérito. Pero de ahí a convertirla en un personaje casi divino al que adorar hay un gran trecho. Aquí pasó con Zapatero en los primeros años de su gobierno, entre sus correligionarios. También con Aznar entre los suyos. Y también pasa con Mourinho en el Madrid. Y con Guardiola en el Barcelona. Y ahora con los mercados, a los que se adora con igual fervor sin que ninguno de los gobernantes del mundo occidental cuestione sus actuaciones.

Lo malo de estas idolatrías mediáticas es el poder inusitado que dan a los adorados, que actúan como si tuvieran un mandato divino, como si no pudieran equivocarse. Espero, por el bien de los argentinos, que su presidenta salga del hospital sana y, sobre todo, un poquito más humilde.

martes, 3 de enero de 2012

Un tipo de interés

Hoy empieza mi aventura como bloguero. ¿Se escribirá así? La verdad es que no tengo ni idea, ya iré aprendiendo con el tiempo. El caso es que llevo ya bastantes meses sin trabajo, y eso te da, además de algunos dolores de cabeza y un poco de insomnio, mucho tiempo libre. ¿Y para qué empleo yo el tiempo libre, en gran parte? Pues para pensar. Me llevo todo el día pensando, discurriendo, analizando, ponderando, criticando, imaginando. Pero todo se me queda dentro, ahí, almacenado. Y estoy empezando a preocuparme. Desde siempre he tenido una buena cabeza, pero últimamente me da la sensación de que no me entra en algunos jerseys. Así que me he dicho: ¿por qué no compartir estas reflexiones con quien quiera leerlas? Así mataré dos pájaros de un tiro: podré, por una parte, difundir mis pensamientos y doctrinas alimentadas por tanto tiempo ocioso y, por otra, liberar la presión de mi sobredimensionada cabeza para así poder usar de nuevo esa ropa que ahora no puedo renovar con la asiduidad que acostumbraba antes de esta dichosa crisis.


¿Y por qué llamar al Blog "Un tipo de interés"? Pues porque los tipos de interés como yo nunca habíamos estado tan de moda como ahora. Todos los días en los periódicos, en la tele, en la radio... Pero, ¿qué es un tipo de interés?, os preguntaréis. Pues un tipo de interés no es más que una persona que se interesa por todo lo que le rodea: la política, el medio ambiente, la economía, la ciencia... Por algo fuí lector de Muy Interesante en mis años mozos, cuando todavía tenía pelo. 


Así que, si alguien se anima a leerme, aquí encontrará mis reflexiones, ideas felices, comentarios, críticas y todo lo que se me pasa por la cabeza, que no es poco. Bueno, todo no, intentaré que sea lo mejor, para no aburrir demasiado... Bienvenidos, pues, a éste mi primer blog.