La abuela
Aquella tarde de domingo se estaba haciendo un poco larga. No eran ni las cinco de la tarde, pero como hacía ya tres horas que habían comido y una desde que se habían tomado el café, parecía que el tiempo se hubiera tomado un descanso y no acababa de avanzar como acostumbraba a la altura de la vida en que se encontraba.
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