jueves, 22 de marzo de 2012

Creadores de empleo

El candidato Arenas nos ha regalado esta semana con una de sus innovadoras propuestas:la autovía Cádiz-Huelva, que bordea todo el Parque Natural de Doñana. De hecho, ha afirmado que será la primera gran obra pública que apruebe. Por lo visto es una necesidad perentoria que estas dos provincias estén unidas por esta magna autovía para ahorrar 45 minutos en el trayecto. Por lo visto, el señor Arenas, ha oído la voz de la calle, que clamaba por esta moderna carretera. Yo, desde luego, no.

El caso es que, para justificar su ocurrencia y ahuyentar a los de las milongas de la sostenibilidad, que dicen que afectará muy negativamente al Parque Nacional de Doñana, una de las excusas que utiliza es que se crearán 1.400 empleos. Una frágil barquita de trabajdores en un océano de más de 5.000.000 de parados. Ya ves tú. Y se queda tan a gusto, el tío.
En la línea del señor Arenas, propongo varias medidas parecidas. Apostemos por la energía nuclear, de una vez por todas. Además de los empleos generados durante su construcción, funcionamiento y desmantelamiento, tenemos garantizados un montón de puestos durante siglos en la gestión de los residuos creados. Podríamos hacer un AVE de Sevilla a Matalascañas para que los sevillanos puedan llegar a su querida playa en el tiempo de tomarse un café, y así daríamos trabajo a unos cuantos almonteños. ¿Y por qué no pavimentar las playas de arena, tan incómodas y sucias, y dar algo de trabajo al sector de la construcción?

Hace poco estuve en una manifestación contra la reforma laboral, una de tantas. Un hombre de unos cincuenta años y de aspecto lozano con barba de papa noel sindicalista se me acercó con unos papelitos. Al entregarme uno me dijo que tenía la solución para el desempleo desbocado de nuestro país: hacer AVEs, construir autovías... Yo le dije que mucha gente no podía permitirse ir en AVE, el tren de los ejecutivos, y le pregunté que quién se iba a montar en él. Me miró con ojos estupefactos y me dijo que lo importante era crear empleo ahora. Que luego ya se vería.

Y aquí estamos, en el país de las líneas de AVE deficitarias, de las autovías fantasma que reciben dinero de papá estado para compensar sus pérdidas millonarias, de los aeropuertos sin aviones. Se crearán tropecientos miles empleos, dicen para justificarse. De lo que no hablan es de la calidad de esos empleos. De su sostenibilidad en el tiempo. De su contribución al país. El empleo se ha convertido en un fin en sí mismo, sin importar ninguna cualidad. ¿Cuánto durará ese empleo? ¿Qué pasará con ese trabajador después de la obra? ¿Cuánto ganará? ¿Qué horario tendrá? Todo eso da igual, lo importante es reducir la cifra de parados. Y si hay que llevarse por delante uno de los parques nacionales más importantes de Europa, pues p´alante, campeón.


photo credit: Hamed Saber via photopin cc

martes, 13 de marzo de 2012

Dos veces en la misma piedra

And I sincerely believe, with you, that banking establishments are more dangerous than standing armies; and that the principle of spending money to be paid by posterity, under the name of funding, is but swindling futurity on a large scale.
 
Carta de Thomas Jefferson a John Taylor, 28 de mayo de 1816

(Y creo sinceramente, como tú, que los sistemas bancarios son más peligrosos que los ejércitos, y que el principio de gastar dinero para ser pagado a posteriori, bajo la forma de financiación, no es más que estafar al futuro a gran escala.)


Hace poco me encontré con esta cita en una carta al diario El País. Bueno, realmente no era ésta la cita exacta, sino otra extraída de la película-documental "Zeitgeist", que, tras una breve investigación cibernética, ha resultado no ser verdad. Internet es muy peligroso en este sentido: los bulos se transmiten con inusitada velocidad. Recurrir a fuentes contrastadas es siempre garantía de veracidad, y yo le he confirmado en la Enciclopedia Británica.

Bueno, vayamos al meollo de la cuestión, que me disperso. Al leer la cita, me llamó mucho la atención cómo, habiendo, hace casi 200 años, gente con esa visión de futuro, hemos podido llegar a la situación que estamos viviendo hoy en día, en la que son esos sistemas bancarios los que realmente están gobernando el mundo.
Como bien dice el refrán, "El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra". En todas las épocas ha habido gente que ha alertado sobre las consecuencias futuras de actuaciones presentes. En todas las ocasiones, nadie les ha hecho caso. Los gobernantes suelen tener esta capacidad innata para ignorar los consejos y las opiniones de aquéllos que les bajan de su trono de poder a la realidad palpable. Si la opinión de un asesor recomienda tomar medidas que les pueden hacer perder votos hacen oídos sordos. Su horizonte nunca va más allá de los cuatro años que hay entre elecciones.

De este modo, a lo largo de los siglos, se han repetido decisiones cortoplacistas que han provocado, de nuevo, guerras, crisis económicas, crisis energéticas... En este momento estamos viviendo una crisis económica que ya se dio a principios del s.XX, aunque a menor escala, y vamos camino de una crisis energética parecida a la que en los años setenta propició el arranque de las energías renovables. Lamentablemente, estas crisis nunca han servido para la reflexión y la creación de nuevos sistemas económicos y energéticos que permitieran una sociedad sostenible en el espacio y en el tiempo. Por el contrario, se han olvidado en el momento que han pasado, y siempre hemos vuelto a las andadas. En algunas ocasiones, en muy poco tiempo (Primera y Segunda Guerras Mundiales, por poner un ejemplo).

Estaría bien que nuestros gobernantes no tropezaran dos veces, e incluso más, con la misma piedra. Pero para eso tendrían que sentarse, reflexionar y pensar más allá de su partido y de la legislatura. Supongo que es mucho pedir.


martes, 6 de marzo de 2012

Chisteras, cantimploras y sarpullidos

El domingo pasado disfruté, una vez más, del programa del Follonero, Salvados, un oasis de buen y fresco periodismo, del que hace que el entrevistado se sienta incómodo, como en una silla de éstas de diseño que nadie se atreve a criticar, pero que nadie compra. En esta ocasión, el invitado era el honorable Jordi Pujol, expresidente de la Generalitat de Cataluña.

Ante las embestidas del Évole, el expresident acabó por, digamos, confesar que, ante un hipotético referéndum sobre la independencia de Cataluña, votaría que sí. Supongo que sería que sí a la independencia porque en los referéndums se suelen hacer preguntas tan rebuscadas que el sí puede significar que no y viceversa. El honorable Pujol le echaba la culpa a la anticatalana España, no sé si hermana, madre o mala vecina y decía sentirse mal por estar a favor de la independencia. Extraño sentimiento éste: o se es independentista, con orgullo y alegría, o no se es, pero ser independentista y sentirlo es la cuadratura del circulo, digo yo.

El caso es que siempre que veo a estos, como diría Savater, necionalistas enarbolar la bandera de la independencia y echar la culpa de todos sus males a la intrasigente y maldita España siento mucha pena. Pena por lo demagogo de muchos de sus argumentos victimistas. Pena por lo alejados de la realidad que están sus pensamientos. Pena por la pérdida de tiempo que todo esto supone. 

En España llevamos ya siglos de convivencia en los que, lógicamente, nos hemos acabado mezclando en muchos ámbitos: culturales, lingüísticos, económicos. Esto se refleja muy bien en el idioma castellano, que es como un gran cocido al que, si le quitas alguno de sus ingredientes, por pequeño que sea, deja de existir, pierde su esencia, su razón de ser.


De este modo, si elimináramos las palabras catalanas de este cocido lingüístico, ya no podríamos acordarnos de nuestra querida peseta. Nos moriríamos de sed al no poder llevar cantimplora. No podríamos pintar cuadros, ya que no tendríamos pincel, ni podríamos disfrutar de los fuegos artificiales, porque no tendríamos pólvora.

Pasaría lo mismo si suprimiéramos las palabras vascas, lo que nos privaría del riquísimo bacalao. La izquierda dejaría de existir, aunque, hoy en día, nadie sabe dónde está. Los magos no podrían sacar nada de la chistera y pasaríamos un tremendo frío en invierno al no poder llevar chamarreta. No podríamos tomarnos ninguna cerveza en el kiosco del parque, ni podríamos tirarnos ningún órdago jugando al mus.

Por último, en cuanto al gallego, deberíamos renunciar al albariño y a la queimada. La morriña no podría inspirar ninguna canción ni nos la podríamos quitar organizando algún sarao. Eso sí, ya no tendríamos que sufrir ningún molesto sarpullido.

Aunque esto no deja de ser un ejercicio de separatismo lingüístico me sirve para confirmar lo mezclados que estamos, la cantidad de cosas comunes que compartimos en este bello país. Mi padre es cordobés, mi madre menorquina, yo nací en Barcelona y soy andaluz de adopción. Y de todo ello disfruto, todo tiene su parte buena y su parte mala. Pero es lo que soy. Si los políticos se dieran cuenta de esto y no vieran a nuestro país como una serie de autonomías estancas y separadas, nos iría mucho mejor.