lunes, 27 de junio de 2016

Alucinante. Patético. Triste.

Alucinante, el resultado de las elecciones ayer. Más después de las encuestas que daban a Unidos Podemos como medalla de plata en esta segunda carrera por el poder. Lo he intentado, elección tras elección, pero ya no entiendo a mis compatriotas. Que después de los cuatro años que llevamos de mentiras, recortes, deuda pública disparada y corrupción casi endémica en el partido del gobierno, casi ocho millones de españoles sigan pensando que los de la gaviota y el himno merengón son los mejores para dirigir este país, es algo que se me escapa. Pero bueno, está ahí. Es la realidad.

Patético, el discurso "victorioso" del PSOE tras el batacazo de ayer. Que el partido de Pedro Sánchez, con más de cien años de historia a sus espaldas, considere como más significativo y positivo que no les ha adelantado el partido de Pablo Iglesias, en plena infancia política y con muchísimos menos medios que ellos, tanto materiales como personales, muestra el estado de aislamiento e incomprensión en el que sigue instalado el partido de la rosa. Siguen sin enterarse de que lo que están pidiendo muchos españoles, a gritos, es que la palabra "socialista" que forma parte de sus siglas vuelva a representar lo que significa en el diccionario y deje de ser un mero adorno residuo de tiempos pasados.

Infografía de Luca Mendieta
Patética también Susana Díaz, al presumir de que las tres provincias donde ha ganado el "socialismo" son andaluzas, después de haber perdido las elecciones frente a un tipo, el Moreno Bonilla, al que le basta con protestar para ganar. Tanto Pedro como Susana deberían aprender de los nuevos. Tanto desde Unidos Podemos como desde Ciudadanos se reconoció, sin adornos, sin excusas, que los resultados no sólo no eran los esperados, sino que eran malos. Punto.

Triste, la situación en que nos deja todo esto. Un PP sacando pecho, con tan sólo un tercio de los escaños del parlamento, que se cree inmune a los casos de corrupción y que siente que puede golpear, una y otra vez, a la sociedad española sin miedo a una revolución. La sociedad española responderá poniendo la otra mejilla, gustosa de seguir recibiendo palos. Desde luego es lo que parece. Un PSOE que sigue comportándose, después de obtener los peores resultados de su historia, como si fuera un actor protagonista, cuando va camino de quedarse en mero figurante. Un Podemos que, tendiendo la mano, sigue marcando líneas rojas y que, tonteando con los independentistas, se marca objetivos que sabe son, ahora mismo, inalcanzables. Y un Ciudadanos al que le han durado poco los votos arrebatados al PP. Parece que muchos votantes de derechas han preferido volver a la marca de toda la vida, en perjuicio de la marca blanca de la derecha que es el partido naranja.

En cualquier caso, nos guste o no, el pueblo ha hablado, y el PP ha ganado claramente las elecciones. Hay una mayoría de españoles que piensan que el registrador de la propiedad en excedencia de andar veloz debe seguir rigiendo el destino de este extraño país. Lo lógico, lo democrático, sería que se abstuvieran todos los demás y le dejaran gobernar. Lo importante, ahora mismo, es salir de este bloqueo y volver a ponernos en marcha. Al fin y al cabo, no tienen mayoría absoluta y tendrán que trabajarse cada Ley, cada Decreto. Y quién sabe, lo mismo hasta aprenden a negociar. Aunque lo dudo.

miércoles, 22 de junio de 2016

Power to the people

Estaba alucinando. Era algo que me estaba pasando desde hacía tiempo. Desde que había empezado a sentir que algo se movía. Que la gente se movía. Llevaba muchos años yendo a manifestaciones y los participantes cada vez se acercaban más a los cuatro gatos. Hasta que, de repente, comenzó a suceder. Viernes, Sábados, Domingos, Lunes, daba igual el día. Daba igual la hora. Por la mañana. Por la tarde. Decenas de miles de personas juntaban sus voces para reclamar lo que era suyo. O protestaban por alguna injusticia. O clamaban contra la corrupción.

La primera vez se juntaron para clamar contra el tesorero de un partido que había estado apropiándose de dinero que no era suyo durante más de dos décadas. Era dinero procedente de donaciones más o menos oscuras. Y el tipo se lo pasaba por el forro y llevaba más de veinte años mandándolo a una cuenta que tenía en la limpia y pulcra Suiza. Cuando salió a la luz, más de treinta mil personas habían ocupado la plaza delante de la sede del partido en cuestión para pedir justicia.

La segunda fue delante de la casa de un futbolista argentino. El tipo había defraudado a Hacienda nosécuántos millones de euros, durante años. Era un malabarista del balón, pero también de las finanzas. Y de la elusión fiscal. Y flipé cuando ví en la tele que más de veintidosmil personas se habían plantado delante del humilde hogar del deportista para reclamarle que pagara lo que le correspondía. Incluso en el campo de fútbol, alguna tarde de domingo, se pudieron ver pancartas en su contra.

La tercera me pilló en Madrid, delante del Congreso. Allí, entre los petrificados leones, había más de cincuenta mil personas protestando por la política, o más bien ausencia de ella, que se estaba desarrollando para solucionar el problema de los refugiados. Cincuenta mil personas gritando, cantando, protestando por el mirar a otro lado de la mayoría de los representantes de los ciudadanos en la Cámara.

De repente me desperté. Abrí los ojos. Y allí estaba. En el campo, una tarde más de domingo, viendo cómo decenas de miles de personas se juntaban en un estadio para ver a veintidós tipos perfectamente adultos, en calzonas, correr detrás de un balón. Decenas de miles de personas que empujaban, que apoyaban, que se dejaban sus voces para animar a su equipo. Cuánta energía junta. Cuántas cosas se podrían hacer con ella. ¿Y si la usáramos para cambiar el mundo? Estaba alucinando.

jueves, 16 de junio de 2016

El Imperio Gay

En la semana del superdewáter del lunes me he topado, en varias ocasiones, con protestas cibernéticas contra un cartel en el que aparecían dos imágenes de sendas vírgenes dándose, con perdón, un buen morreo. El cartel, colocado en las redes sociales por la organización política Endavant, integrada en la CUP, convoca a una manifestación del orgullo gay, que tendrá lugar el sábado 18 de junio en Valencia. Para los que no lo hayáis visto, en el cartel se ve a la Virgen de Montserrat besando en los labios a la de los Desamparados, y un lema que dice, traducido al castellano, "Contra la sagrada opresión: ama como quieras". Nada más, para algunos. Y nada menos, para otros.

La reacción por parte de la Iglesia española ha sido rápida y rotunda. El polémico arzobispo Cañizares ha convocado un acto de desagravio, que no sé qué diantres significa, pero suena mal. Se ha invitado a los feligreses a "unirse espiritualmente", rezando el rosario y celebrando no sé qué misa votiva. Las redes arden con palabras como "profanación", "blasfemia" o "piedad popular". La Iglesia Católica en España clama por el respeto a la libertad religiosa y a la libre predicación del evangelio en una sociedad plural.

Curiosas palabras, más viniendo de una institución que, en sus más de dos mil años de historia no se ha caracterizado, precisamente, por el respeto a otras creencias o por el fomento de la libertad religiosa o por su trabajo en aras de una socidad plural. Y más curiosas aún después de las palabras del Arzobispo de Valencia en las últimas semanas, en las que ha soltado perlas como que "Una ideología de género se está difundiendo para destruir la familia", nos ha advertido de que esta ideología es una "amenaza contra la paz mundial y nuestra sociedad" y ha afirmado que en los últimos años "ha asistido a una importante escalada contra la familia por parte de dirigentes políticos, ayudados por otros poderes como el 'imperio gay' y ciertas ideologías feministas". Vaya prenda, ¿no?

Para más inri, me entero de que el pasado sábado, el Arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, canceló un evento lúdico y de oración "por las víctimas de la exclusión" organizado por Cristianos LGBT de Sevilla (Ichthys). Otro prenda. Creo que el departamento de RRHH del Vaticano anda cortito de recursos.

No soy creyente, pero provengo de una familia de creyentes. Y prácticantes. No justifico, de ninguna manera, el cartelito de marras. Me parece de mal gusto y de provocación gratuita. Pero no deja de ser un cartel. Y la Virgen, que yo sepa, era una. Lo demás no son más que representaciones. Y se están besando. ¿Desde cuándo es malo un beso? ¿Qué le pasa a este tipo para ofenderse tanto por algo así? Lo que más pena me da de todo esto es que la Iglesia grita y vocifera ante este tipo de cosas, que no van más allá de la superficie, y se queda callada ante ataques que incitan al odio contra colectivos que, como los gays, siguen estando marginados en nuestra sociedad.

No soy creyente, pero conozco el Nuevo Testamento lo suficiente como para saber que el Jesús que sale en el libro sagrado de los cristianos se habría puesto, con total seguridad, de parte de los integrantes del "imperio gay". El látigo lo habría sacado, no lo dudo, contra el polémico Cardenal, al que habría llamado a consultas. Y también le habría dado una buena tunda al Arzobispo de Sevilla. Quizás por eso no soy creyente, porque, de haber un Dios, no permitiría este tipo de comportamientos. Señor Cañizares, Señor Ajenjo, que cada uno ame como quiera, que tengan hijos los que los quieran tener, y hagan bien su trabajo, que consiste, principalmente, en conseguir un mundo más justo y lleno de amor, como ustedes predican. Pero amor para todos. También para los gays.




jueves, 2 de junio de 2016

Ya está bien

Hace un par de semanas, en la mañana del sábado, mientras disfrutaba de ese momento tan placentero que es para mí la preparación del desayuno, oliendo a café recién hecho y a tostadita calentita, algo me sacó de mi paraíso particular. En la radio estaban entrevistando a una pareja de hermanos, músicos, de San Fernando, Cádiz. Se hacen llamar Random Thinking y sus nombres son Aurora y Ángel Pérez, guitarra y voz, ella y guitarra solista, él. Como su nombre indica, el grupo hace distintos tipos de música, yendo del folk al pop, pasando por el blues y el rock.

Al periodista de turno, que me despertó de mi onírico sueño gastromatutino, no se le ocurrió otra cosa que preguntarles que, siendo de San Fernando, cómo es que no hacían flamenco. Casi se me cae un crepe al escucharlo. ¿Se puede ser más, con perdón, imbécil? ¿Se puede hacer una pregunta más tonta? Un estudiante de primaria habría hecho preguntas menos tópicas para el periódico de su colegio. Y hasta tres veces les formuló la misma pregunta, el artista.

Nací en Barcelona pero llegué a Sevilla con dos añitos. Mi madre, menorquina, mi padre, cordobés, pero poco andaluz, en realidad. Lo que quiero decir es que no soy ningún integrista andaluz, ni nada por el estilo. Andalucía es mi tierra, y me encuentro muy bien aquí, pero soy el primero que la critico. No me siento orgulloso de ser de aquí, porque es algo que me ha venido dado, no es mérito de nadie. Pero no puedo cuando atacan esta tierra desde el topicazo más estúpido.

Al periodista éste le diría que en Andalucía se hace, y se ha hecho, mucha y variada música, más allá del flamenco, que no es precisamente mayoritario. Le podría hablar de autores e intérpretes de música clásica, como Joaquín Turina, Manuel de Falla, Andrés Segovia y Manuel Castillo. Grupos y cantantes de rock, como Silvio, Triana, Smash, Tabletom o el grandísimo Miguel Ríos. Grupos de pop como Los Planetas, 091, Danza Invisible, Lori Meyers, Niños Mutantes o Supersubmarina. Cantautores como Joaquín Sabina, Javier Ruibal o Pablo Alborán. Raperos como la Mala Rodríguez,  SFDK o Toteking. Y músicos inclasificables como Kiko Veneno, Raimundo Amador, Martires del Compás, Chambao, Los Delinqüentes o Martirio. Y podría seguir.

Recuerdo una vez, cuando estaba yo tan feliz con mi beca Erasmus en Alemania, que uno de Madriz me preguntó: ¿Cómo pronuncias tan bien el alemán, si eres de Sevilla? Como os podéis imaginar, ni me molesté en contestar. Pero el trato ignorante y pedante de los periodistas de más allá de Despeñaperros hacia lo andaluz tiene también culpables internos. La televisión pública no hace más que difundir y fomentar los topicazos más rancios de nuestra región. Los periodistas que trabajan con su voz reniegan de su acento andaluz y pasan a usar, misteriosamente, un castellano de lo más estándar. Y para colmo, nuestros alcaldes y demás gobernantes se empeñan en dar brío y energía a nuestras tradiciones más "andaluzas", alimentando, así, al monstruo del topicazo de nuestros vecinos del Norte.

¿Tiene esto arreglo? Supongo que, mientras la actitud de los de arriba sea la que tienen ahora, no. El pan y circo, en forma de flamenco y sevillanas para todos, les funciona estupendamente, y no creo que quieran cambiar, no vaya la gente a pensar por sí misma. En cualquier caso, aquí va mi granito de arena con esta musical y reivindicativa columna. Ah, y al periodista de la entrevista mencionada, me gustaría decirle que tengo un amigo, de San Fernando, cañaílla él, que toca estupendamente la Tin Wistle, la flauta ésa que usan los irlandeses para su música. Y, como los de Random Thinking, no toca flamenco, precisamente.