lunes, 8 de octubre de 2018

Varón. Raza negra. 146



Estas son las palabras que se me quedaron grabadas el viernes, cuando terminé de ver el estupendo documental "Samba, un nombre borrado", de Intermedia Producciones, y dirigido por Mariano Agudo. La proyección formaba parte de FICNOVA, el Festival Internacional de Cine de la Noviolencia Activa, y tuvo lugar en La Casa Insumisa.

El documental cuenta la historia de Samba, un inmigrante senegalés que perdió la vida, junto a otras 14 personas el 6 de febrero de 2014, al intentar entrar en Ceuta por la playa del Tarajal y sufrir las consecuencias del material antidisturbios empleado por la Guardia Civil para evitar que cumplieran su objetivo.

Lo hace a través de Mahmoud, otro joven senegalés, proveniente de la misma región que Samba, que consiguió entrar en Europa tras saltar la valla de Ceuta en el año 2005. De hecho, Mahmoud estaba allí en la proyección y pudimos disfrutar de sus sabias palabras durante algunos minutos, al terminar el evento.


"Samba" intenta contar lo ocurrido sin estridencias, sin tragedias, sin empalagosas voces en off. Mahmoud, que reside en Sevilla de forma legal, con sus papeles en regla, emprende el camino inverso al que intentó el malogrado Samba. Quiere saber quién era, por qué arriesgó su vida, quiénes eran los miembros de su familia, cuáles eran sus sueños. Mahmoud vuelve a cruzar el Estrecho de Gibraltar, esta vez en sentido contrario y cómodamente, amodorrado en una butaca de un ferry. Esta vez no se le clavan los alambres de las concertinas en los brazos. No tiene miedo de que la Policía o la Guardia Civil lo entregue como si fuera mercancía a las autoridades marroquíes. No siente frío porque las gélidas aguas del Estrecho no llegan a su confortable asiento. No saborea la sal del océano, porque viaja varios metros por encima del mar que nos separa.

En Ceuta conversa con dos mujeres que asisten a los anónimos entierros de los inmigrantes que perecen en el intento. Le cuentan que las autoridades a los dos lados de la frontera muestran nulo interés en averiguar quiénes son esas personas que han muerto a las puertas de nuestra casa. Son personas. Han muerto. Muerto, lo repito para que no quepa duda. Y a nadie le interesa saber quiénes eran. El primer mundo en toda su plenitud. ¿Qué pasaría si muriera un, digamos, alemán, blanquito y rubio en la frontera de Irún?

Mahmoud sigue con su investigación. Para ello conversa con un tipo triste con pinta de funcionario gris y cansado que le explica que, a la gente como Samba, les identifican con su sexo, raza y, para terminar, les asignan un número de nicho.

Fotograma de 'Samba, un nombre borrado' (2017) de Mariano AgudoVarón. Raza negra. 146. Eso es todo. A nuestras autoridades lo único que les interesa de la gente como Samba es esto. Y Samba murió intentando llegar a tierras españolas. Y fue atacado por agentes de nuestra Guardia Civil. Y no había robado. Ni matado a nadie. Y murió por ello. Y a nadie parece importarle.

Mahmoud se acerca al lugar donde ocurrió todo, la playa del Tarajal. El mar está embravecido. A los dos lados de la absurda valla. El agua, la sal, las olas, son iguales en los dos países. Tan lejos, y a la vez tan cerca.

En Senegal, Mahmoud sigue indagando. Averigua dónde vivía Samba y allí conoce a sus padres, a sus dos mujeres, a sus 7 hijos. Tenía 25 años cuando murió. Los padres son mayores,  y ya no pueden cultivar la tierra que les sustentaba. El padre acusa a España del daño infligido. Reclama compensación. Pobre. España tiene asuntos más importantes que tratar que la muerte de un don nadie. Lazos amarillos. Plagios. Tarjetas black.

Samba, como todos los inmigrantes que intentan entrar en Europa, es, era, una persona. Con sus miedos, con sus sueños. Con sus virtudes, con sus defectos. Que sudaba, que tenía sed, o hambre, o frío. Que disfrutaba de un buen rato con los amigos. Quién sabe. A lo mejor le gustaba el cine. O no. Quizás era del Barça. O del Madrid. O no le gustaba el fútbol. Quién sabe.

Lo que sí sabemos, es que era una persona. Mucho más que un varón, de raza negra, nicho 146.