miércoles, 19 de diciembre de 2018

Ahora resulta que no soy español

Estoy que no doy pie con bola. A mis 43 añitos me entero de que no soy español. Estaba el otro día viendo la tele cuando salió un tipo, un político, del PP, explicando, a voz en grito, las principales características del español de pro. Paso a analizarlas, a modo de test.

1: "Los españoles defienden los toros". Empezamos mal. No me gustan los toros. Puedo reconocer que, en algún momento de mi vida, he podido apreciar el conjunto de la llamada "fiesta nacional": los movimientos del torero, casi un baile, la emoción del enfrentamiento entre un humano y un animal que puede llegar a pesar 700 kg, la música... Pero todo cambió cuando, en una capea a la que me invitaron, pude ver aquello de cerca, el toro con la lengua fuera, su respirar entrecortado y fatigoso, la sangre manando como una fuente de su chepa, sus ojos aterrorizados... No, aquello no era para mí. Cero puntos en españolidad para mí.


2: "Los españoles celebramos la Navidad, ponemos el belén, ponemos el árbol". Bueno, en principio, sí, la celebro, pero más por tradición cultural que por convencimiento religioso. Hace ya muchos años que dejé de ser creyente, así que, más por inercia y por recuerdos que por otra cosa, sigo poniendo el belén y algunas luces. El árbol también lo coloco, pero de manualidades, no me gustan los de plástico, ni tampoco los de verdad que son cortados para estar un par de semanas en el salón. En cualquier caso, querido político del PP, me chirría un poco lo del árbol y el belén como algo español. ¿Sabía usted que lo del árbol es una costumbre pagana que se introdujo en Alemania en el s.XVII y fue traída a España por una rusa, podríamos decir que inmigrante, a finales del XIX? ¿Y que la tradición del belén nos vino de Italia? Cero puntos en españolidad para mí.

3: "Los españoles celebramos la Semana Santa". Con esto me pasa un poco como con los toros. Me gustó mucho en su día, como expresión artística que llena la calle de esculturas, olores, música y baile. Aunque cada vez menos, desde que los políticos, de izquierdas y de derechas, la usan como arma electoral, habiéndola convertido en algo de un tamaño insoportable y estomagante que extiende, además, sus cofrades tentáculos al resto del año. Cero puntos en españolidad para mí.


4: "Los españoles defendemos la caza". Es un tema complejo, por los diversos aspectos que lo integran: sociales, culturales, económicos, biológicos... Pero es un deporte o actividad con la que no comulgo, sobre todo cuando el animal es atacado y acorralado por un "ejército" desproporcionado y en clara superioridad numérica de vehículos, armas y asistentes caninos. Cero puntos en españolidad para mí.

5: "Los españoles estamos orgullosos de nuestros agricultores". No entiendo esta frase. Me la expliquen. Otro cero para mí, supongo.

En resumen, que para este tipejo, y muchos como él, no soy español, contra lo que dice mi historia familiar, mi carnet y mi pasaporte, mi lengua materna y mi forma de vivir en el mundo. Y tampoco soy sevillano, porque no soy cofrade, ni feriante, ni digo miarma, pero llevo 41 de mis 43 años en Sevilla, donde he trabajado y estudiado, donde he jugado y he paseado, donde he crecido, donde me he quedado casi sin pelo. Así que, voy a ver si me busco un buen psicoanalista argentino, a ver si me dice en qué país puedo encajar. Manda huevos.




miércoles, 5 de diciembre de 2018

Responsabilidad

A raíz del resultado de las elecciones andaluzas del pasado domingo vengo leyendo estos días, además de artículos apocalípticos sobre la irrupción de la ultraderecha en las instituciones, multitud de textos, más o menos afortunados, en los que se analizan sesudamente las causas que nos han llevado a esta situación. Unos hablan de descontento de la sociedad con la clase política. Otros de la creciente desigualdad provocada por una crisis que sigue muy viva en nuestra comunidad. Alguno le echa la culpa, directamente, a Pablo Iglesias (¿?).

Lo que más me ha llamado la atención es que no he leído, todavía, a nadie que hable de las personas que, con su voto, han colocado en el parlamento andaluz a 12 personas que militan en un partido que, además de no proponer nada concreto para la región, incluía en su programa ocurrencias de dudoso encaje constitucional y peligrosas consecuencias. Esos doce nuevos diputados autonómicos tomarán posesión de su escaño gracias a las decenas de miles de personas que les han votado. Punto. Igual que a Trump lo han llevado a la presidencia de los Estados Unidos sus votantes. Igual que a los ultraderechistas que gobiernan en Austria.


Vivimos en una época en la que, cada vez más, se nos exonera de la responsabilidad de nuestros actos. Como si fuéramos chiquillos tutelados por el Estado. La culpa es de los políticos. La culpa es de la educación. La culpa es de la situación económica... La cantinela es continua y persistente.

¿Qué ocurre? ¿Alguien nos obliga a meter la papeleta en el sobre a punta de pistola? ¿No sabemos leer y por eso no nos enteramos de lo que dice el programa de tal o cual partido? ¿No tenemos acceso, a través de internet, a cantidades ingentes de información?


El que vota es responsable de lo que vota. El que se queda en casa y engorda a la abstención, abarata el precio en votos de los escaños y favorece a los partidos pequeños, como VOX. Podemos echarle la culpa a Pedro Sánchez, Susana Díaz o Pablo Iglesias. O a Peppa Pig, si queremos. Pero la realidad es la que es, los partidos ganan o pierden, entran o salen, porque la gente les vota.

Hoy en día la inmensa mayoría de la ciudadanía vota con las entrañas, desde las tripas ideológicas más profundas. Sin pensar, sin analizar, casi como si, más que a un partido político, votaran a su equipo de fútbol. Y no piensan en las consecuencias. Se culpa a la clase política de la complicada situación en la que se encuentra nuestro país, pero nunca a los votantes que los han colocado en los distintos gobiernos que regentan. Se muestra a los políticos como una clase ajena, casi alienígena, capaz de lo peor, que nada tiene que ver con la sociedad a la que manejan, el pueblo cándido e inocente de todo. Y no es así, los políticos no son más que un reflejo de ella, de sus votantes. Y estos últimos tienen mucha culpa de dónde estamos. De mantener a los mismos en el poder autonómico durante casi 40 años, a pesar de que Andalucía sigue siendo una de las regiones más pobres de Europa. Y de proponer como solución a un partido claramente machista y xenófobo como VOX. También es su responsabilidad.