miércoles, 27 de enero de 2016

El huerto de Renato

Gigantes plantas de habas de olor extraño, redondos y dulces guisantes, frescos y crujientes pimientos, sabrosos y feos tomates. Estos son mis primeros recuerdos en el jardín donde crecí, donde mi padre tenía un huerto. Mi padre era de un pueblo de Córdoba, de donde se fue con quince añitos a buscarse la vida. Pero, a pesar de haber pasado tan poco tiempo allí, conservó durante toda su vida un amor y un respeto incondicionales por la agricultura. Y atesoró un inabarcable conocimiento sobre el tema.
Cuando era pequeño lo único que me interesaba del huerto era comerme lo que me gustaba, y desconocía el esfuerzo y los conocimientos que hay detrás de cualquier tomate, lechuga o calabacín. Conforme fuí creciendo me fuí acercando, muy poco a poco, al maravilloso mundo de la horticultura, si bien tuve que sufrir las a veces insufribles labores del jardín. Y las regañinas de mi padre cuando no hacía las cosas cuándo y cómo él quería.
Ya de mayor, con la cuarentena a la vuelta de la esquina, he tenido la oportunidad de meterme en este mundo más en profundidad. Y ahí sigo, intentando aprender y mejorar cada día, cada temporada. Hace dos años mi amada esposa me regaló un curso de horticultura ecológica en la finca de Los Seises (www.huertaloseises.es). Y allí estuvimos los dos, durante nueve meses, sábado tras sábado, aprendiendo de una familia muy especial, Fernando, Renato y Ache. Son gente sencilla. Y muy sabia. Y con muchas ganas de compartir todo lo que saben y también su pasión por la horticultura ecológica y, en general, por la naturaleza que nos rodea.
Gracias a ellos hemos aprendido a mimar la tierra, a cultivar cada planta a su manera, en su momento justo. A comer verduras que ni sabíamos que existían. A olvidarnos del tomate en invierno. A disfrutar de la compañía de otros hortícolas después de una buena mañana de trabajo, arreglando el mundo, sin prisa, pero sin pausa.
En este mundo en el que hemos perdido por completo el contacto con la naturaleza más allá de las sesiones domingueras y la capacidad y sabiduría necesaria para cultivar nuestros propios alimentos, es de agradecer que exista gente como ellos, que han elegido una vida apartada de la corriente general. Quizás no tengan mucho dinero, ni tres coches, ni el último iphone, pero no he visto gente más feliz.
Si queréis aprender algo sobre horticultura, y no podéis asistir a su magnífico curso, os invito a ver el programa que Renato tiene en Canal Extremadura todos los lunes. Un pequeño espacio de buen rollo hortícola y de iniciativas muy interesantes e innovadoras en el que os podréis olvidar, durante un rato, de pactos, tramas y sillones. Un poco de realidad no os vendrá mal en estos tiempos de promesas incumplidas y brindis al sol. Buscad "El Huerto de Renato" en la web de Canal Extremadura y allí podréis acceder a los programas. Que los disfrutéis. Y como dicen Fernando, Renato y Ache, ¡Salud!.

martes, 19 de enero de 2016

Cada cosa en su sitio

Andaba yo el otro día enredando en la minicocina de mi minipiso, friega que te friega, cuando llegó el momento de colocar las cosas en su sitio. Los platos en el armario de Ikea, los tarros en el cajón al que no llega la niña, los cubiertos bajo la encimera... En el momento en que puse la yogurtera -si, somos así de guais, nos hacemos el yogur en casa- encima del rollo de papel industrial que tuvo la maravillosa idea de comprar mi mujer hace meses -y lo que durará-, me quedé pensando, reflexionando sobre la curiosa costumbre que tenemos los humanos de tener un sitio para cada cosa en casa. Y de no cambiarlo per secula seculorum.

En mi cocina, el sitio de la yogurtera es encima del rollo de papel industrial, que está, a su vez, encima de la lavadora. La tostadora, a la izquierda de la nevera. La thermomix, cerca de la vitro. El radiador de aceite, debajo de la mesa del salón. Y las bolsas de papel, colgadas de los picaportes de las puertas. Esto se lo preguntais a mi mujer. Yo, no lo entiendo.


Ahora que han llegado un buen puñado de nuevos diputados al Congreso, me da la sensación de que los veteranos -la casta, como los llaman algunos- se comportan como si les estuvieran cambiando las cosas de sitio en su cocina. La tostadora (Celia Villalobos, por ejemplo), no quiere que los de las rastas se le acerquen, por si le pegan los piojos. La thermomix (que podría ser nuestro querido Mariano), soporta como puede los codazos de estos nuevos individuos enemigos de la corbata. La cafetera (un Pedro Sánchez en permanente ebullición) intenta hacerse amiga de los nuevos para que no le quiten su sitio privilegiado.


Esta gente que lleva diez, veinte o incluso más de treinta años en su poltrona se comportan como si los nuevos les fueran a quitar lo que es suyo. Asisten sorprendidos a la llegada de estos 218 nuevos diputados que no cuadran, en su mayoría, con el orden establecido en el Congreso desde finales de los años 70 del siglo pasado. Con traje, sin traje, en camiseta, con cardado, con rastas, en silla de ruedas... representan, ni más ni menos, que la España de 2015, con lo bueno, y con lo malo. Pero no han llegado para quitarle el sitio a nadie. El sitio ahora, y de forma temporal, hasta que los españoles decidamos quitárselo, es de ellos. Así que, tostadora, cafetera, thermomix y demás veteranos, id acostumbrándoos a compartir la cocina con esta gente. Lo mismo hasta os gusta el cambio y os salen mejores platos.

miércoles, 13 de enero de 2016

Noticias

El sábado pasado estaba escuchando la radio, de fondo, sin prestarle demasiada atención, hasta que de repente empecé a oír palabras como "muerte", "inanición", "ciudad sitiada"... Me sobresalté y decidí prestar más atención. Morir de hambre es algo que siempre nos choca, en este mundo de tanta abundancia. El que hablaba era el director de Médicos sin Fronteras en España, y el tema de su entrevista era la guerra en Siria, más concretamente, el sitio al que está sometiendo el gobierno sirio a la ciudad de Madaya, de unos 10.000 habitantes, desde hace seis meses.

El sitio está siendo tan duro que hasta el lunes pasado no se pudo romper el cerco. Un convoy de unos 40 camiones de Naciones Unidas consiguió entrar en la ciudad con alimentos, suministros médicos y mantas. Para llegar a esta solución temporal, han tenido que morir 28 personas de hambre, 6 de ellas con menos de un año de vida. Qué habría pasado si esto no hubiera aparecido en los medios, es harina de otro costal.

El director de MSF en España contaba que los médicos, ante la falta de alimentos, estaban suministrando medicamentos con alto contenido en azúcares para poder darles algo a las personas que les llegaban con síntomas de desnutrición. A algunos les están dando suero. A otros, medicamentos infantiles, con alto contenido en glucosa. Azúcar para calmar el hambre.

Al día siguiente, abrí el periódico, con la esperanza de encontrarme más información sobre el asunto. En la portada, un titular en letras gigantes sobre una foto del Mas con el Puigdemont con cara de haber ganado el Gordo. Unas cuantas noticias más sobre el importantísimo problema catalán y otra sobre un narcotraficante con propensión a fugarse. Seguí pasando páginas, y más páginas y, sorpresa, no decían absolutamente nada sobre el tema.

Tenemos un grave problema cuando una noticia como ésta, la de un gobierno que fue apoyado por occidente que está matando de hambre a sus paisanos, no es considerada digna de aparecer en un periódico de tirada nacional, por debajo del importantísimo y crítico problema catalán, de la fuga de un capo mexicano o la polémica de las cabalgatas. Me temo que tenemos las prioridades un poco desordenadas. Así nos va.
EFE Beirut
EFE Beirut

jueves, 7 de enero de 2016

Deseos para 2016

Todavía con la resaca fresca, vivita y coleando, de las navidades pasadas, me gustaría compartir con vosotros mis deseos para 2016. Ya lo sé, es ñoño, está muy manido y no aporta nada nuevo, pero para el primer post del año, no se me puede pedir más. Aquí van.

Me gustaría que nuestros queridos y, pese a algunos, variopintos políticos se pusieran de acuerdo en lo fundamental y que remendaran un país roto por la austeridad y manchado por la desigualdad. Que gobernaran pensando en sus hijos, no, en sus nietos, y no en pasado mañana. Que establecieran un plan energético que nos permitiera vivir dignamente, con nuestros recursos, nuestro bendito sol, nuestro aullante viento, el agua que nos cae del cielo, sin depender de países que siguen lapidando, ahorcando e incluso decapitando a gente que opina diferente. Que el Je suis se extienda a todas las injusticias, y no sólo a las nuestras. Que la sanidad pública siga existiendo, gratuita, universal y de calidad. Que los médicos nos atiendan sin mirar un reloj o una pantalla de ordenador. Que siga habiendo una educación pública, gratuita, de calidad, que forme ciudadanos, no trabajadores. Que los que ven los Sálvame, Gran Hermano y Mujeres y Hombres sientan curiosidad por el mundo que les rodea y cambien, al menos, de cadena. Que el cultivo de nuestros propios alimentos se convierta en algo tan deseado como las pantallas planas. Que ir en bicicleta deje de ser un deporte y se convierta también en un medio de transporte. Que los supermercados se inunden de productos ecológicos y socialmente responsables y las baldas de productos convencionales sean la excepción. Que los padres dejen de molestar a los niños con las tabletas y los móviles. Que jueguen en la calle. Que el bosque no nos deje ver las ciudades. Que la gente pueda trabajar para vivir. Que lo normal sea hablar, y no chatear. Que se prohíban los móviles en los bares. Que sea obligatorio conversar, charlar, debatir, mirando a los ojos, y no a una pantalla. Promover un día sin televisión a la semana. Y un día sin coches. Garantizar, al menos, un abrazo y un beso al día para todos los ciudadanos. Que vuelvan las estaciones a su sitio. Que el invierno sea invierno. Que el verano y la primavera no invadan todo el año. Que todos los libros que lea me obliguen a volver todas sus páginas...

Podría seguir, pero no os quiero aburrir. Ah, se me olvidaba, y que disfrutéis de estos humildes pensamientos del que suscribe. Feliz 2016. Que os sea lo más ameno posible.