jueves, 16 de febrero de 2012

Las dos Españas

Siempre me ha llamado la atención la pervivencia de las llamadas dos Españas a lo largo de los dos últimos siglos de nuestra Historia. Aunque los generalismos siempre son inexactos y, en algunos sentidos, peligrosos, suelen partir de una cierta verdad y, es evidente, que en la España, digamos, moderna, ha habido siempre una gran polarización en los temas más diversos: religiosos contra ateos, conservadores contra liberales, monárquicos contra republicanos, merengues contra culés... No somos, desde luego, maestros del término medio ni del respeto al contrario. No entendemos de relativismos. Somos expertos en el "o conmigo o contra mí".

Me produce tremenda tristeza ver cómo, hoy en día, después de tantas idas y venidas, del daño que ha hecho en nuestro país esta polarización endémica, seguimos con estos dos bandos más enfrentados que nunca. Y eso a pesar de que tenemos acceso a la mejor información que se ha tenido nunca sobre el tema, como para no incurrir en los mismos errores, con los medios que tenemos a nuestra disposición a través de internet, principalmente.

Hace tiempo que decidí no hablar de política con nadie a no ser que estuviera seguro de que mi interlocutor era capaz de escuchar opiniones contrarias o distintas a las suyas, no con tolerancia (esto implica una postura superior), sino con respeto. Hoy en día, en esta democracia tan libre y participativa que tenemos, esto es tremendamente complicado, sino imposible. Si criticas el cheque bebé de Zapatero, eres un pepero. Si no te molesta el matrimonio gay eres un izquierdoso. Partidos como UPyD no pueden existir, no tienen sitio en esta España dual, porque su color depende del cristal con que se mira (azul si el que mira es de izquierdas, rojo, si es de derechas).

Sin embargo, hay momentos en los que esta polaridad se disipa. Nuestros partidos mayoritarios, junto con algunos nacionalistas, entran de repente en una especie de equilibrio cósmico que hace que olviden sus ancestrales diferencias y voten al unísono. Y suele ser siempre en los mismos casos: en los de tocamientos de bolsillos propios. La última vez ha sido esta misma semana. PP, PSOE y CIU se han puesto de acuerdo para votar en contra de la propuesta de UPyD para limitar las pensiones de que disfrutan los expresidentes del Gobierno y hacerlas incompatibles con honorarios privados (leer más).

Está claro que, si queremos, nos ponemos de acuerdo. Lo triste es que, en esta España campeona en paro, en fraude fiscal y en políticos de rostro pétreo (por duro), nuestros gobernantes sólo lo hacen en todo lo que al mantenimiento de sus privilegios se refiere. Son la nueva nobleza y no quieren perder su modus vivendi. Aunque de nobles, tienen poco.

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