Nuestra querida expresidenta (si
no cae un meteorito sobre el Parlamento y jode el debate de investidura de los
días 15 y 16 de enero y Juanma Moreno no la desbanca) ha escrito una carta "a las andaluzas y andaluces" en la
que arremete contra la alianza de "las derechas" que gobernará
nuestra comunidad en los próximos años. Es una carta, a mi juicio, escrita por
una persona dolida y herida que no parece enterarse de lo que ha ocurrido, y lleva
ocurriendo desde que apareció el movimiento 15-M allá por 2011: un descontento hacia la clase política cada vez mayor entre el electorado de izquierdas. Paso a analizar
la carta, a modo de comentario de texto como aquellos que hacíamos en el
instituto, cuando algunos todavía teníamos pelo, para aclararle algunos
equívocos en los que incurre.
En
el primer párrafo sigue con el mantra que lleva repitiendo desde que tuvieron
lugar las elecciones: hemos ganado. Ay, Susana, que no se entera, que en
democracia no tiene por qué gobernar el que gana. Y si no, ¿qué diablos hace su
compañero, Pedro, viviendo en el Palacio de la Moncloa? Termina el párrafo
diciendo que "Siendo la primera fuerza política, la mayoría lograda en las urnas
no alcanza para seguir por el camino de progreso que iniciamos en mayo de
1982." Camino
de progreso, dice. Esto es una media verdad. No se puede negar el gran avance
de que ha disfrutado Andalucía en estos 36 años, pero ha sido a remolque del
resto de España, a un ritmo bastante inferior al de otras comunidades, y sin
cambiar nuestra posición con respecto a ellas: seguimos siendo una de las
regiones más pobres de Europa. Así que, progreso sí, pero a medias. Y esto, a
muchos de nosotros, nos tiene muy quemados, con la sensación de que se podría
haber hecho mucho más, y mejor.
En el segundo párrafo
critica que Ciudadanos y PP se apoyen en VOX para gobernar. Llega a decir que
"En Europa no se le hace el juego al extremismo ultra".
Supongo que no se informa en los medios adecuados. Voy a intentar ayudarle un
poco con esto, poniéndole algunos ejemplos. En Dinamarca, el gobierno conservador
consiguió aprobar los presupuestos el pasado diciembre con el apoyo de la
ultraderecha. A cambio, entre otras medidas, los radicales han conseguido que
una isla se convierta en un centro de reclusión para inmigrantes que, además de extranjeros con antecedentes, acogerá a supuestos
yihadistas retornados e inmigrantes a los que se haya denegado el permiso de
residencia o el estatus de refugiado. En Austria gobiernan
los conservadores en coalición con el Partido de la Libertad de Austria, de
ultraderecha. El eje central de sus propuestas políticas: las medidas
antiinmigración. En Italia gobierna el Movimiento 5 Estrellas en coalición con
la Liga, partido ultraderechista. Ya conocemos lo que piensan de los
inmigrantes que intentan llegar a sus costas cruzando el Mediterráneo. Así que
no, no diga que somos una excepción. Hay mundo más allá de Despeñaperros. Si
usted lo hubiera tenido en cuenta, a lo mejor se habría tomado más en serio la
aparición de VOX y habría hecho algo para contener su crecimiento. Es el
problema que tienen la soberbia y la complacencia.
En el tercer párrafo dice usted que el "autogobierno
nos ha garantizado avanzar en igualdad con un modelo de cohesión social y
territorial". Mmmmmm, no sé. Seguimos siendo una región muy desigual,
con algunos de los barrios más pobres de España situados en nuestra
capital. Las mejores infraestructuras se siguen construyendo centralizadas en
Sevilla. Provincias como Huelva, Jaén o Almería le podrían discutir el tema de
la cohesión territorial de la que usted habla, con poquísimos kilómetros de autovías y líneas ferroviarias impropias del s.XXI.
Se le llena la boca con los logros de la autonomía, pero no
habla de un sistema educativo con muchas deficiencias, con clases saturadas de
alumnos, con equipamientos de última tecnología que nadie mantiene, con
colegios en los que se incumple la normativa de seguridad laboral en lo que a
temperaturas se refiere. No habla de un sistema sanitario, su "joya de la
corona", también saturado, con habitaciones con tres camas, con médicos
que no dan abasto, con listas de espera interminables. La autonomía nos ha dado muchas alegrías: mejores infraestructuras, erradicación del analfabetismo, extensa red asistencial sanitaria... pero necesita que se le de una vuelta. De nada sirve formar universitarios si luego tienen que emigrar para poder trabajar. Los cartelitos de "Centro Bilingüe" quedan muy bien en los institutos, pero un B2 en inglés queda muy lejos de lo que es el bilingüismo. Presumir de hospitales en los que no caben los pacientes y faltan médicos no mejora la calidad del sistema sanitario. Hay que ser bueno, no solo parecerlo.
Querida Susana, en Andalucía, esa tierra de la que tanto
habla, la derecha va a gobernar porque muchos votantes de izquierda se han
quedado en casa. Ustedes, a pesar de llevar casi 40 años en el poder, no han
conseguido movilizarlos. Porque mucha gente sigue sin poder acceder a un hogar
propio, ante la práctica ausencia de vivienda pública. Porque muchos autonómos
siguen sintiéndose abandonados, ante la falta de ayudas para poder seguir con
su actividad. Porque la educación se deteriora, año tras año, sin que ustedes
hagan nada por solucionar el problema.
Hace poco, antes de las elecciones, hablaba de esto con
algunas personas, que culpaban de nuestros males al exterior, a la maldición
que pesa sobre Andalucía, tierra de gente pobre, pero rica en materias primas,
explotada desde los albores de los tiempos por la malvada gente del norte. Era
como si el gobierno autonómico tuviera las manos atadas. Y me recordaba esta
cantinela a la que ha empleado usted en muchas ocasiones: todo lo bueno que
pasa en Andalucía lo ha hecho el PSOE y todo lo malo ha venido del exterior, sobre todo cuando ha gobernado la derecha en Madrid. ¿Para qué, entonces, tanta
autonomía? A veces pienso que lo mejor sería elegir a nuestros diputados y
gobernantes de forma aleatoria entre los ciudadanos, un sistema ya empleado en
la antigua Grecia y en algunas ciudades como Barcelona, Venecia o Florencia
para evitar el apoltronamiento en el poder y la consecuente corrupción. Por
probar no perderíamos nada.