martes, 15 de enero de 2019

Querida Susana


Nuestra querida expresidenta (si no cae un meteorito sobre el Parlamento y jode el debate de investidura de los días 15 y 16 de enero y Juanma Moreno no la desbanca) ha escrito una carta "a las andaluzas y andaluces" en la que arremete contra la alianza de "las derechas" que gobernará nuestra comunidad en los próximos años. Es una carta, a mi juicio, escrita por una persona dolida y herida que no parece enterarse de lo que ha ocurrido, y lleva ocurriendo desde que apareció el movimiento 15-M allá por 2011: un descontento hacia la clase política cada vez mayor entre el electorado de izquierdas. Paso a analizar la carta, a modo de comentario de texto como aquellos que hacíamos en el instituto, cuando algunos todavía teníamos pelo, para aclararle algunos equívocos en los que incurre.

En el primer párrafo sigue con el mantra que lleva repitiendo desde que tuvieron lugar las elecciones: hemos ganado. Ay, Susana, que no se entera, que en democracia no tiene por qué gobernar el que gana. Y si no, ¿qué diablos hace su compañero, Pedro, viviendo en el Palacio de la Moncloa? Termina el párrafo diciendo que "Siendo la primera fuerza política, la mayoría lograda en las urnas no alcanza para seguir por el camino de progreso que iniciamos en mayo de 1982." Camino de progreso, dice. Esto es una media verdad. No se puede negar el gran avance de que ha disfrutado Andalucía en estos 36 años, pero ha sido a remolque del resto de España, a un ritmo bastante inferior al de otras comunidades, y sin cambiar nuestra posición con respecto a ellas: seguimos siendo una de las regiones más pobres de Europa. Así que, progreso sí, pero a medias. Y esto, a muchos de nosotros, nos tiene muy quemados, con la sensación de que se podría haber hecho mucho más, y mejor.


En el segundo párrafo critica que Ciudadanos y PP se apoyen en VOX para gobernar. Llega a decir que "En Europa no se le hace el juego al extremismo ultra". Supongo que no se informa en los medios adecuados. Voy a intentar ayudarle un poco con esto, poniéndole algunos ejemplos. En Dinamarca, el gobierno conservador consiguió aprobar los presupuestos el pasado diciembre con el apoyo de la ultraderecha. A cambio, entre otras medidas, los radicales han conseguido que una isla se convierta en un centro de reclusión para inmigrantes que,  además de extranjeros con antecedentes, acogerá a supuestos yihadistas retornados e inmigrantes a los que se haya denegado el permiso de residencia o el estatus de refugiado. En Austria gobiernan los conservadores en coalición con el Partido de la Libertad de Austria, de ultraderecha. El eje central de sus propuestas políticas: las medidas antiinmigración. En Italia gobierna el Movimiento 5 Estrellas en coalición con la Liga, partido ultraderechista. Ya conocemos lo que piensan de los inmigrantes que intentan llegar a sus costas cruzando el Mediterráneo. Así que no, no diga que somos una excepción. Hay mundo más allá de Despeñaperros. Si usted lo hubiera tenido en cuenta, a lo mejor se habría tomado más en serio la aparición de VOX y habría hecho algo para contener su crecimiento. Es el problema que tienen la soberbia y la complacencia.

En el tercer párrafo dice usted que el "autogobierno nos ha garantizado avanzar en igualdad con un modelo de cohesión social y territorial". Mmmmmm, no sé. Seguimos siendo una región muy desigual, con algunos de los barrios más pobres de España situados en nuestra capital. Las mejores infraestructuras se siguen construyendo centralizadas en Sevilla. Provincias como Huelva, Jaén o Almería le podrían discutir el tema de la cohesión territorial de la que usted habla, con poquísimos kilómetros de autovías y líneas ferroviarias impropias del s.XXI.


Se le llena la boca con los logros de la autonomía, pero no habla de un sistema educativo con muchas deficiencias, con clases saturadas de alumnos, con equipamientos de última tecnología que nadie mantiene, con colegios en los que se incumple la normativa de seguridad laboral en lo que a temperaturas se refiere. No habla de un sistema sanitario, su "joya de la corona", también saturado, con habitaciones con tres camas, con médicos que no dan abasto, con listas de espera interminables. La autonomía nos ha dado muchas alegrías: mejores infraestructuras, erradicación del analfabetismo, extensa red asistencial sanitaria... pero necesita que se le de una vuelta. De nada sirve formar universitarios si luego tienen que emigrar para poder trabajar. Los cartelitos de "Centro Bilingüe" quedan muy bien en los institutos, pero un B2 en inglés queda muy lejos de lo que es el bilingüismo. Presumir de hospitales en los que no caben los pacientes y faltan médicos no mejora la calidad del sistema sanitario. Hay que ser bueno, no solo parecerlo.

Querida Susana, en Andalucía, esa tierra de la que tanto habla, la derecha va a gobernar porque muchos votantes de izquierda se han quedado en casa. Ustedes, a pesar de llevar casi 40 años en el poder, no han conseguido movilizarlos. Porque mucha gente sigue sin poder acceder a un hogar propio, ante la práctica ausencia de vivienda pública. Porque muchos autonómos siguen sintiéndose abandonados, ante la falta de ayudas para poder seguir con su actividad. Porque la educación se deteriora, año tras año, sin que ustedes hagan nada por solucionar el problema. 

Hace poco, antes de las elecciones, hablaba de esto con algunas personas, que culpaban de nuestros males al exterior, a la maldición que pesa sobre Andalucía, tierra de gente pobre, pero rica en materias primas, explotada desde los albores de los tiempos por la malvada gente del norte. Era como si el gobierno autonómico tuviera las manos atadas. Y me recordaba esta cantinela a la que ha empleado usted en muchas ocasiones: todo lo bueno que pasa en Andalucía lo ha hecho el PSOE y todo lo malo ha venido del exterior, sobre todo cuando ha gobernado la derecha en Madrid.  ¿Para qué, entonces, tanta autonomía? A veces pienso que lo mejor sería elegir a nuestros diputados y gobernantes de forma aleatoria entre los ciudadanos, un sistema ya empleado en la antigua Grecia y en algunas ciudades como Barcelona, Venecia o Florencia para evitar el apoltronamiento en el poder y la consecuente corrupción. Por probar no perderíamos nada. 


martes, 8 de enero de 2019

Malditos bulos

De un tiempo a esta parte no paran de llegarme bulos de todo tipo y calidad. Muchos de estas "fake news" van dirigidas hacia el gobierno de Pedro Sánchez y también se centran en los temas azuzados últimamente por la derecha española: inmigración, violencia de género, independentismo... Esto no es algo nuevo, desde siempre se han difundido falsos mensajes para debilitar al de enfrente, al enemigo de turno. El problema ahora es la capacidad de influencia que tienen en la opinión pública gracias al poder de dispersión que tiene internet. Y, como dicen que dijo Göbbels, el ministro nazi, "una mentira repetida mil veces se convierte en verdad".

Los bulos son de lo más variado, aunque los que recibo en los últimos meses suelen golpear, con muy mala baba, a los inmigrantes en particular. Hace poco me llegó uno que decía que los marroquíes (todos ellos, fíjate qué listos y malévolos) ponían denuncias falsas de maltrato y que, así, sin más, recibían, por obra y gracia de este gobierno izquierdista y populista, una paguita para toda la vida con la que se retiraban a vivir del cuento a su país. No entiendo cómo no vienen nuestros vecinos africanos de millones en millones a por su trozo del pastel de nuestro generoso estado del bienestar.


También me enviaron uno, recientemente, en el que la emprendían contra las asociaciones feministas, hablando de una trama que, con la ayuda del PSOE, distribuía entre ellas miles de millones de euros provenientes de Europa. Para justificarlo, una tabla de cutre diseño con el supuesto dinero ingresado por una serie de asociaciones que, misteriosamente, no llegaba a los 10 millones de euros si lo sumabas todo. No especificaba por qué ese dinero era ilegal, según ellos. No detallaba en qué se había gastado. No citaba fuentes. Periodismo del bueno, vamos.

Por lo visto, uno de cada tres bulos está relacionado con la salud, uno de los temas más buscados en internet. El más famoso es, quizás, el que relaciona, desde hace años, las vacunas con el autismo, algo que ha sido desmentido en repetidas ocasiones por científicos de todo el mundo, pero que sigue provocando que cada vez haya más niños sin vacunar.

Los bulos, al final, no son inocuos, hacen daño, se convierten en realidad y cambian el comportamiento de la gente que se los cree. Están ganando elecciones y creando epidemias de enfermedades que creíamos desaparecidas. Están generando odio, violencia y xenofobia. Por eso, difundirlos no sale gratis.

Yo, por la parte que me toca, intento desmentir los que me llegan, pero cada vez me da más la sensación de que es una labor inútil. Es evidente que el mensaje cala, sobre todo si lo diriges a la gente adecuada. Todos tendemos a creernos los mensajes afines a nuestra forma de pensar, a nuestra ideología, y no comprobamos la veracidad de los mismos. Yo lo hago, en la medida que puedo, y comparto la información. La respuesta habitual de la persona que me ha enviado el bulo es un encogimiento de hombros acompañado de un "algo tendrá de verdad". Y a otra cosa mariposa. Así nos va.