jueves, 15 de marzo de 2018

Mucha mierda

"Mucha mierda". Con esta expresión se desean suerte los actores y las actrices cuando están entre bambalinas, con los nervios propios de la profesión. Pero no voy a hablar de esto, aunque sí de mierda. De la que producimos cada día y de cómo la estamos gestionando, de forma nefasta para el planeta. Y para nosotros.

Hace algunas semanas, mi mujer se encontró a mi hija contemplando ensimismada la basura. Tenía el dedo manchado de papilla, papilla que yo había tirado el día anterior. Con sus ojos enormes, escrutadores, inteligentes, le preguntó a su madre: "¿Por qué habéis tirado la papilla? Está buena." Cuando mi media naranja me lo contó, yo acababa de leer un artículo en El País Semanal que se titulaba "La basura nos devora", en el que se hablaba de los residuos que produce la humanidad y de cómo se están convirtiendo en un problema. Y algo me hizo clic en la cabeza.


No voy a entrar en detalles, ni os voy a marear con números. El artículo lo leí hace dos meses y mis neuronas cuarentonas ya no retienen tanto como antaño. Pero sí que os voy a compartir algunas ideas que pude almacenar porque me llamaron la atención. La ciudad que más basura por habitante produce del mundo es Nueva York. Sí, Manhattan, tan moderna, tan cosmopolita, está enterrada en mierda. Es una basura heterogénea, con plásticos, metal, madera y materia orgánica entre sus principales ingredientes. Frente a esto, en la ciudad de Lagos, en Nigeria, la cantidad de basura por habitante es significativamente inferior, y la presencia de materia orgánica, restos de comida, es prácticamente inexistente. Es curioso,¿no? En sociedades más desarrolladas se tira de todo: aparatos que ya no funcionan, ropa obsoleta,  móviles desactualizados, comida que sobra... En países en desarrollo, o directamente subdesarrollados, solo se desecha lo que de verdad no sirve. Y en esa calificación no entran nunca los alimentos. No se lo pueden permitir.

Casualidades de la vida, hace poco me topé con otro artículo que hablaba de la basura espacial. Sí, queridos lectores, también estamos llenando de mierda el espacio exterior. Así de chulos somos. Por lo visto, desde que en 1957 Rusia lanzó el primer Sputnik, hemos conseguido que más de 7.000 toneladas de chatarra espacial vuelen alrededor de nuestro planeta, como un halo de porquería humana, una diadema galática de inmundicias metálicas.


En noviembre de 2015, durante dos semanas cayeron restos de esta basura en diversos puntos de nuestro país: Cuenca, Alicante, Murcia... Había fragmentos de varios centímetros y también piezas de 4 m de diámetro. Pedazos de basura espacial que reentraron en nuestro planeta. Una auténtica lluvia de chatarra que no es, para nada, inusual. De hecho, la NASA ha registrado, desde hace años, una media de una pieza caída cada día, entre 50 y 100 toneladas al año.

Los riesgos derivados de la presencia de esta basura son múltiples. Daños a personas o edificios, si caen sobre la Tierra. Lío tremendo si, por ejemplo, chocan con otro satélite o la mismísima Estación Espacial Internacional. Alguna vez se ha visto algún fragmento flotando a escasos metros de ella. ¿Se está haciendo algo al respecto? Poca cosa, más allá de una norma internacional auspiciada por la ONU que no es de obligado cumplimiento. Teóricamente, los operadores de los satélites deberían dejar una reserva de combustible para reenviarlos a la Tierra una vez han agotado su vida útil, pero, oh sorpresa, no lo hacen. De hecho, en algunas ocasiones usan ese combustible sobrante para alejar los satélites de telecomunicaciones obsoletos a órbitas más lejanas para dejar sitio a los nuevos. Las posiciones en la órbita llamada GEO en la que trabajan son caras y codiciadas. Es la versión espacial de meter la porquería bajo la alfombra. Que limpien otros.


Resumiendo, podríamos decir que, poco a poco, año tras año, nos estamos enterrando en basura. Y no hay visos de cambio. Una vez más, la humanidad procrastina. Como con la igualdad de género. Como con la sostenibilidad del sistema de pensiones. Como con el cambio climático. Así que solo me queda desearnos a todos mucha mierda con este asunto.

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