viernes, 5 de febrero de 2016

O todos o ninguno

"O todos o ninguno". Éste es el título de un interesantísimo artículo que leí en El País el pasado domingo 31 de enero. Hablaba sobre un tema que genera posiciones contrapuestas en esta sociedad de frentes en la que desgraciadamente vivimos: el sexismo en el lenguaje. En el artículo, el catedrático de Lengua Española de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la RAE, reflexiona sobre la "solución" a que se ha llegado para evitar el sexismo lingüístico mediante la duplicación de los sustantivos en masculino y femenino. Los ya manidos y ubicuos "todos y todas", "nosotros y nosotras", que toman formas extrañas e impronunciables como "nosotr@s" o "todxs" y llegan a la insólita, con perdón, estupidez del "nosotras" para referirse tanto a féminos como a féminas.

Lo siento mucho si alguien se ofende. Algunos me llamarán retrógrado, pero vengo de una casa donde, en las comidas, el debate muchas veces versaba sobre cosas como el "derecho canónico" o si era más correcto "jaguarzo" que "juargazo", y las reuniones solían acabar con mi padre diccionario en mano para comprobar si tal o cual palabra era correcta. Para que me entendais, os pongo en situación. Mis padres,  o mi padre y mi madre, para no ser sexista, filólogo y filóloga. Mi padre, un obseso y gran amante del lenguaje y de su etimología. Hablante de cinco idiomas, con más o menos nivel. Un gran conocedor del latín, que incluso cantaba. Lo normal para mí era verlo gritándole a la tele porque algún presentador había soltado un "de que" o un "deber de" erróneamente. O porque había dicho "a día de hoy", cuando en español bastaría con decir "hoy", sin tener que recurrir a una traducción literal del francés "aujourd´hui". Ahora, sin él entre nosotros, parece que algunos de sus hijos lo hacemos de vez en cuando frente a la pantalla plana. Qué cosas.

Los que abogan por esta "igualdad lingüística" desconocen por completo cómo funciona el español. Confunden "sexo" con "género lingüístico". "Gente", que es femenino, incluye a hombres y mujeres y niñas y niños por igual. "Mano" es femenino, pero termina en "o", que se asocia al género masculino, y no parece perturbar a estos integristas del lenguaje sexualmente correcto. Las formas del tipo "presidente", "docente" o "residente" son participios activos que actúan como sustantivos de género neutro. El "residente" es aquél que reside. Igual que la "residente" sería la que reside. Sin embargo, en algunos casos, se ha optado por "feminizar" la palabra, como en "presidenta". Pero se mantiene en otros muchos, como "residente", "docente" o "paciente", donde parece que no molesta la ausencia de "a" al final de la palabra.

Los partidarios de este nuevo español igualitario dicen que así se contribuye a la igualdad en nuestra sociedad. No veo yo ésto, si cuando el que acaba de dar un discurso lleno de "nosotros y nosotras" y de "todos y todas", vuelve a casa, se pone las zapatillas y le pregunta a su mujer, que acaba también de volver de trabajar, "¿qué hay de cena?" mientras se tumba en el sofá y coge el mando de la tele.  Pretender que el lenguaje cambie a la sociedad es apuntar muy alto. Los idiomas no son más que el reflejo de cómo viven las personas que los hablan, de su cultura, de su convivencia, de su visión del mundo que les rodea. Y los idiomas tienden, además, a economizar, de ahí el uso en el castellano del masculino plural para incluir a personas de distinto sexo.

Nunca, en mi vida, y ya estoy en la cuarentena, he sentido que un "nosotros" o un "vosotros" discriminara a nadie. Siempre hemos sabido a quién se refería el interlocutor. Ahora, cuando los más modernos usan el "nosotras" mi primera reacción es "de mí no están hablando". Me chirría. Me da un poco de risa. Y todavía no he visto a nadie, absolutamente a nadie, que sea capaz de mantener un discurso entero usando la duplicación del sustantivo en masculino y femenino. Siempre terminan diciendo "los trabajadores" o "los ciudadanos". Es decir, que usan el masculino plural como neutro para referirse a un conjunto de personas. ¿Está la solución en usar el femenino plural? No lo creo, al final estás haciendo lo mismo que estás criticando. ¿Cuajará este lenguaje más allá de los círculos públicos e institucionales? No lo veo. Los españoles y las españolas tendemos a ir por libre, a ser muy díscolos y díscolas, a no hacer caso de las obligaciones. Y, como dice el autor del artículo, ya que se ponen con el discurso lingüísticamente igualitario, que lo hagan en todo el discurso. O todos o ninguno.

La discriminación por sexo no es culpa del castellano y sus peculiaridades lingüísticas. Dejémoslo, pues, que siga cómodamente repantingado en su sillón orejero, evolucionando al ritmo pausado pero constante de la historia. La igualdad es otra cosa. Igualdad con I mayúscula sería, por ejemplo, que Susana Díaz se hubiera podido coger la baja de cuatro meses de una forma totalmente normal. O que su marido se la hubiera cogido, para que ella pudiera haberse incorporado a su trabajo sin más problema. O que a los políticos, y me refiero a los hombres, se les preguntara también, con naturalidad, por cómo combinan su estresante labor con las labores del hogar. O que no haya diferencias en los salarios por razones de sexo. Y todo esto no tiene nada que ver con el lenguaje. No maten al mensajero.

Ah, y lo siento, si he ofendido a alguno o alguna.




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