jueves, 6 de octubre de 2016

Libertad de prensa

Desde que tengo recuerdos, el de mi padre andando por la calle con El País en sus manos, sorteando todo tipo de obstáculos, con la mirada fija en lo que para mí era una gran sábana blanca llena de extraños símbolos y fotografías, forma parte de mis primeras memorias infantiles. El día que el considerado periódico de la Transición salió a la luz, mi padre llegó tarde al kiosco, y no pudo comprarlo, pero desde entonces, y casi hasta el día de su muerte, no falló prácticamente ningún día a su cita con El País.

Mi padre no era una persona ni mucho menos sectaria. Al revés, tenía gran capacidad de escucha y respetaba la opinión de los demás. Casi siempre. Nadie es perfecto. Sin embargo, nunca lo ví con otro periódico entre sus dedos. El País era para él su principal fuente de información de la actualidad, aparte de la televisión pública. Todo lo demás le parecía poco serio. Excepto El Intermedio, que se convirtió en su telediario favorito en los últimos años. El ABC, El Mundo, Diario de Sevilla... no existían para él. Incluso habiendo presenciado la deriva hacia posiciones más de centro-derecha de su querido periódico en los últimos años, nunca le oí decir nada al respecto.

¿Qué pensaría si hubiera visto cómo El País, con la mayoría de la prensa escrita a su lado, ha derrocado al vilipendiado Pedro Sánchez? ¿Cómo le habría sentado ver cómo los medios de comunicación se han sometido al poder de las empresas que los sostienen económicamente? Es difícil saberlo, pero me habría gustado mucho poder discutirlo con él.

Es innegable que los medios de este país, en su inmensa mayoría, han dejado de ser transmisores de información independiente, influenciados por el inmenso poder que hay detrás de las empresas que pagan los anuncios a toda página que los sustentan económicamente. A ver quién es el bonito que critica a Acciona, Endesa o El Corte Inglés, si son los que me llenan la nevera al comienzo de cada mes.

En España tendemos a poner el ventilador para repartir las culpas a nuestro alrededor, mientras nosotros permanecemos ajenos a todo, en nuestra inmaculada inocencia. La culpa es del Gobierno. La culpa es del PP. La culpa es del PSOE. En el caso que nos ocupa, el de la prensa escrita y, por extensión, el de los medios de comunicación, no creo que la culpa sea en exclusiva de ellos. Al fin y al cabo, periodistas, impresores, distribuidores, tienen que cobrar por su trabajo. Y si la gente no compra periódicos y los lee gratis en internet, no les queda más remedio que recurrir a los ingresos por publicidad. Está claro.

Y no nos olvidemos. La libertad de prensa nos costó grandes esfuerzos y sacrificios. Algunos de nuestros padres y nuestros abuelos lucharon para conseguirla, así que sería una pena y un desperdicio desandar lo andado. ¿Qué pasaría si todos los que nos quejamos de la parcialidad de los medios pagáramos por recibir información veraz e independiente? ¿No estaríamos haciendo realidad el periodismo que demandamos, al no depender los periodistas de las empresas para su sustento? Yo, por mi parte, he pasado a la acción y me acabo de hacer socio de un periódico online e independiente. Y espero que tú también te animes. Opciones hay muchas, y la causa lo merece.

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