jueves, 20 de octubre de 2016

Oro negro

Intentando encontrar el camino del entendimiento en esta jungla de partidos socialistas rotos, correas mafiosas y estatuas de dictadores decapitados, me topo, de repente, con un vídeo de la actriz y licenciada en economía Marta Flich en el que habla de la subida de precios del petróleo que planea la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). Y no me ayuda.

Hace poco que he descubierto a esta, para mí, estupenda y divertida analista. Os recomiendo que veáis sus vídeos en el Huffington Post, donde hace análisis muy breves y certeros sobre temas que, a pesar de no ocupar las portadas de los periódicos, son fundamentales para nuestro presente y nuestro futuro. En el vídeo del que hablo en este artículo comenta, así, de pasada, como la que no quiere la cosa, que la OPEP se acaba de reunir en Turquía para avanzar en un acuerdo sobre la congelación de la producción de barriles de petróleo, acuerdo que esperan ratificar a finales de noviembre, cuando se reúnan en Viena.


La OPEP es un como un club de catorce amiguetes que lo único que tienen en común es que les tocó la lotería de tener petróleo en su subsuelo en una época en la que la humanidad depende totalmente de este líquido negro y viscoso. Y hay un poco de todo en este club: países poco amigos de la mujer como Arabia Saudí, Irán o Irak; países africanos como Gabón, Angola o Nigeria; y países más salseros como Venezuela o Ecuador. A la reunión también han invitado a otros amigotes del oro negro que no pertenecen al club, pero que también tienen petróleo, como Rusia.

¿Por qué congelar o reducir la producción? Parece que los integrantes de este selecto club, y sus amigos, echan de menos la época gloriosa que llegó hasta 2.014 en que el barril llegó a los 100 $ y ganaban dinero a espuertas, y podían hacerse pistas de esquí en el desierto y urbanizaciones de islas artificales para personajes forrados hasta las orejas como ellos. Contando con que en enero de este año llegó a rozar los 27 $ entendemos que les pique el bolsillo. Estos países dependen, para tener contentos a sus ciudadanos (casi súbditos), casi en exclusiva de sus ingresos petroleros, así que, con precios tan bajos, se van rápidamente al garete (un ejemplo, Venezuela. Otro, Rusia). En menos de un año, con el aumento de la demanda y la congelación de la producción, han conseguido llegar a los 50 $, duplicando el precio, pero parece que quieren más. Al fin y al cabo, tienen que mantener esos yates y esos Ferraris, que no funcionan con agua precisamente.

Para no aburriros más, vayamos al grano de la cuestión. ¿Y qué tiene que ver todo esto con nosotros? ¿No tenemos bastantes problemas ya: el paro, la corrupción, la fiesta nacional? Pues veréis, todo esto nos afecta, y mucho. ¿Os acordáis de lo que pasó en 2.011, cuando el desaparecido Rubalcaba redujo el límite de velocidad en autopistas a 110 km/h para reducir el consumo de petróleo? El precio del barril había llegado a los 112 $, por las revoluciones árabes, y nos hizo bastante pupita. Y ahora nos puede pasar algo parecido.

Todo este crecimiento a más de 3 % que nos vende el GoPPierno no es, para bien o para mal, mérito nuestro. Se debe, casi en su totalidad, a factores externos. El turismo crece no porque tengamos unos hoteles cojonudos o porque seamos un país de la hostia, sino porque los guiris que antes iban a países más baratos y con el mismo clima como Turquía, Túnez o Egipto, prefieren venir aquí y renunciar al té moruno y al falafel a cambio de un poquito de seguridad europea. Y las exportaciones van bien porque los curritos españoles cada vez cobramos menos y porque el petróleo está barato y el transporte de nuestros tomates y pepinos, asequible por ahora, nos permite venderlos a buen precio en los supermercados alemanes. En el momento que un factor fundamental de esta ecuación aumente, el precio del combustible, se nos cae todo el tinglado.

Que en el debate político, centrado en intrigas chusqueras de partido, corruptelas de ayuntamientos venidos arriba en la época de las vacas gordas y en el deshoje de la margarita de la abstención o del no, nadie hable de temas tan importantes como la energía o el cambio climático me provoca, más que enfado o vergüenza, miedo. Y no estamos hablando de ecología ni de medioambiente, sino de pura y dura economía. ¿A dónde vamos con nuestra patológica e histórica dependencia energética del exterior? ¿Podemos basar nuestro crecimiento en factores externos no controlables por las políticas de nuestro gobierno? ¿Alguien está pensando, realmente, en el futuro de nuestro país y no en salvar su propio culo? Perdonad mi lenguaje. Voy a ver Sálvame, a ver si me calmo un poco.

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