martes, 4 de septiembre de 2018

¿Nadie se da cuenta?

Estamos, en este país, en una época en la que nada parece moverse. Todo parece estático, bloqueado. Hay en el ambiente patrio un hastío como el de las horas de la sobremesa veraniega que ya nos va dejando, con el otoño asomando por el hueco de la puerta que da paso a la siguiente estación. Pero, para no variar, voy a llevar la contraria a la corriente general, y me voy a atrever a afirmar que, en España, todo está cambiando, aunque no parezcamos darnos cuenta. Lo pensaba el otro día mientras miraba a mi hija y observaba cómo, casi sin haberme percatado, ha dejado de ser una niña pequeña. Así, de un día para otro.

¿Os acordáis de aquel aburrido parlamento en el que había dos grandes partidos que se iban alternando en el gobierno? Las elecciones eran fáciles, la mayoría elegía entre rojos y azules mientras el resto, o no votaba o apoyaba, con más caríño que convencimiento, a partidos pequeños que iban a hacer de simples comparsas de los dos grandes elefantes políticos españoles. No había nadie más allá de PP y PSOE, excepto los nacionalistas, que explotaban, y lo siguen haciendo, las ventajas que les ofrecía, y les sigue ofreciendo, la ley electoral, que les otorga más poder del que merecen. Pero la cosa cambió hace escasamente tres años, cuando en las elecciones de 2015 entraron dos nuevos partidos en el Congreso que ocuparon más del 34 % de los escaños. Como elefantes en cacharrería. En el Parlamento apareció gente sin corbata y con rastas. Y también mujeres con bebés.



¿Alguien podía pensar, hace solo tres años, que íbamos a estar hablando de exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos? De hecho, se está haciendo algo más que hablar, ya que el Gobierno aprobó hace pocos días el decreto ley que pone en marcha el proceso, que no tiene vuelta atrás. Hasta la fecha parecía que íbamos a ser el único país europeo en el que el cadaver de un dictador figuraba de forma preminente en un monumento por él promovido, algo impensable en países como Alemania, Italia o Portugal.

Un presidente ha caído arrastrado por la corrupción de su partido. Habrá tardado más o menos. Habrá sido de forma indirecta, a través de una moción de censura con extraños compañeros de viaje. Pero el M.R. de los papeles de Bárcenas ha dejado de dirigir el país, algo que parecía impensable hace meses.


Un partido tan poco dado a la democracia interna como el PP ha elegido a su presidente mediante, tatatachán, ¡unas primarias! Habrán sido más o menos limpias. O justas. O democráticas. Pero no ha habido dedazo. De hecho, no ganó la favorita. Algo que, sin la irrupción de Podemos en el panorama político, no habría podido ocurrir. Las primarias del PP, obra de Podemos, considerado casi como el partido del diablo por los conservadores. ¿Justicia divina?

Diversos futbolistas, de esos que tienen muchísimos valores a sus espaldas, según los periodistas deportivos, han sido juzgados y condenados por evadir impuestos.


Un miembro de la familia real está en la cárcel.

Vale, sí, lo reconozco, no son cambios radicales, que transforman a la sociedad, pero sí que creo que, como esos niños que crecen bajo nuestras narices sin que nos enteremos, España está en un momento de cambio de fase. Le están saliendo barrillos en la cara y comienza a interesarse por el sexo. No sé si serán cambios positivos o negativos, pero es innegable que estamos saliendo de la fase de letargo en la que estábamos instalados tras la ya cansina Transición para entrar, por fin, en el siglo XXI, una época inestable pero que bulle con nuevas ideas y formas en política y economía que podrían llevarnos, si lo hiciéramos bien, a un país más decente y digno.

Ah, se me olvidaba, dentro de los cambios, no puedo dejar de mencionar al Betis, que por fin juega bien al fútbol, gana partidos y se clasifica para Europa. Enhorabuena.


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