jueves, 13 de septiembre de 2018

Yo sí que hice un máster

Querida señora exministra Montón, tras los acontecimientos de los últimos días, he llegado a la conclusión de que usted no sabía en qué consistía hacer un máster. Pobretica, la engañaron, creía usted que era cuestión de firmar unos papeles y mover los hilos que manejaban las más altas esferas de la Universidad Rey Juan Carlos para que le dieran el papelito, que parece que es lo que usted buscaba. Bastaba con que supieran quién era usted y dejarse querer. Lo de currar, lo de ir a clase, lo de aprender, lo deja usted para los mortales, los que no podemos o no queremos saltarnos los cauces oficiales. Yo sí que hice un máster. Sin convalidaciones, yendo a clase, entregando trabajos y haciendo una tesina desde cero, sin copiar a nadie y citando a quien correspondía. Y como veo que usted no tiene claro cómo es esto de hacer un máster para la mayoría de los mortales, se lo voy a explicar.


Primero. Dinero. Tiene usted que matricularse, cosa que sí parece que hizo. En mi caso, fueron algo más de 6.000 eurillos de nada, en una época, año 2009, en la que, como arquitecto que era, empezaba a sufrir la crisis en mis propias carnes. Inocente de mí, pensé que un máster de una universidad prestigiosa como la Politécnica de Madrid, en un tema con teórico y prometedor futuro como el de la arquitectura bioclimática, me solucionaría la vida. Entre algo de dinero que tenía y la inestimable ayuda de mis padres pude reunir lo suficiente y pagué lo que me correspondía.

Segundo. Clases. Si es presencial, hay que ir a clase. En mi caso, el máster era presencial, en Málaga, viernes completo y sábado por la mañana. Los de la Politécnica de Madrid habían abierto una "sede" en el sur, a ver si pescaban a más incautos como yo. Me levantaba el viernes a eso de las 6:30 de la mañana para poder llegar al lugar de las clases a eso de las 9:00 h. Firmaba el papelito y allí pasaba sentadito y atento la jornada del viernes y la mañana del sábado. Dormía en un hostal a unos 2 km del lugar de las clases, baratito, por algo menos de 30 € la noche, desayuno incluido, en el barrio de Pedregalejo. Para no gastar, me llevaba un bocadillo para la cena del viernes y otro para la vuelta del sábado. En la comida del viernes, por socializar, me unía a los compañeros del máster, pero, como arquitectos tiesos que éramos la mayoría, solíamos comer de menú, por menos de 10 eurillos. Nos lo podíamos permitir.



Tercero. Trabajos. Hay que hacerlos y entregarlos. Yo los entregué todos, individuales y en grupo. Fueron 7, y los tengo todos en una carpeta con algo más de 12 gigas de datos en el ordenador. También tengo una carpeta en mi correo electrónico donde tengo correspondencia con los compañeros, profesores y tutora. Puedo justificar toda mi actividad, matriculación, notas... A golpe de click. Y el máster lo hice entre 2009 y 2011, a.d.W (antes de Whatsapp).

Cuarto. Tesina. Hay que hacerla y entregarla. Sin copiar, a ser posible. Condición sine qua non para conseguir el título del máster. La mía la leí en enero de 2011. En alguna tutoría incluso tuve que desplazarme a Madrid, donde estaba mi tutora. La tengo, junto con toda la documentación que usé para realizarla, también en un ordenador y en un disco duro externo. Entregué dos copias en papel a la Universidad Politécnica de Madrid, que supongo que las tendrá guardadas en algún sitio oscuro y lleno de polvo. También le entregué una copia al alcalde del pueblo sobre el que versaba dicho trabajo. En algún cajón estará. Oscuro y lleno de polvo también. Tenía 79 páginas y era absolutamente original.



Querida señora Montón. Querido señor Casado. ¿Lo ven? No es tan difícil. Bueno, en realidad, sí que lo es. Me costó sudores y dinero sacarme el máster. Máster que, por otra parte, no me sirvió para nada, pero que me gané a pulso. Lo que no es difícil, por lo menos para mí, es justificar que lo hice, que entregué los trabajos, que asistí a clase. Ustedes quizás no lo entiendan, porque pertenecen a una clase privilegiada a la que le ponen alfombra roja allá por donde van. Cuando los pillen, por lo menos tengan la vergüenza de admitirlo, pedir perdón y marcharse por donde vinieron. No se preocupen, ya sé que lo de ser diputado es un chollo, pero seguro que tardarán poco en trabajar para alguna consultora o eléctrica donde quieran a gente de currículum etéreo como el suyo.

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