viernes, 4 de marzo de 2016

El cortijo

A mediados de febrero me encontré con que decían en las noticias que a Felipe Benjumea, el expresidente de Abengoa, le habían retirado el pasaporte. Es una medida cautelar impuesta por la jueza que lleva el caso en el que se acusa al Sr. Benjumea de delito de administración desleal de la multinacional sevillana. Básicamente, se sospecha que el artista, porque hay que serlo para hacer lo que se supone que ha hecho, se llevó la friolera de 11.484.00 euros después de ser cesado como presidente de la compañía. Y esto ocurrió cuando se descubría la insolvencia de la hasta ahora prestigiosa empresa andaluza, utilizada como emblema de la Andalucía moderna por numerosos políticos que, curiosamente, ahora callan. Para rematar la operación, Abengoa fichó como asesor, en septiembre de 2015, tras su cese a, adivinen quién, Don Felipe Benjumea, por la módica cantidad de 1,08 millones de euros hasta el 31 de diciembre de 2016. El mismo tipo que parece el causante de que la empresa esté ahora en pleno concurso de acreedores. Una jugada redonda. Gestión empresarial de altura.

Ah, qué recuerdos me trae todo esto. Mi mujer trabajó para una empresa del grupo de los Benjumea de 2.007 a 2.010. Pudo disfrutar de las maravillosas condiciones laborales de una empresa en la que los sindicatos brillaban por su ausencia. De un montón de horas extra que nunca le remuneraron. De tener el privilegio de estrecharle la mano al gran jefe Benjumea cuando, en Navidad, se dignaba a pasarse por todas las empresas del grupo cual señorito andaluz saludando a todos y cada uno de los trabajadores. Recuerdo con cariño cuando le decían un lunes que el jueves se iba para China a ver a unos proveedores y el miércoles le cambiaban el vuelo a la semana siguiente, sin escatimar en gastos. No puedo olvidarme tampoco de las llamadas fuera del horario de trabajo o en vacaciones, o de la presión que le recomendaban ejercer sobre los proveedores para que aplazaran los cobros. "Es que estás hablando con Abengoa", le decían que les comunicara.

Cómo mejoró su situación cuando se mudaron de la Ronda del Tamarguillo al flamante y moderno edificio de Palmas Altas, más conocido por sus trabajadores como "Palmatraz". En su nuevo emplazamiento, la preocupación de la empresa por sus empleados hizo que fueran "invitados" a comer en la estupenda cantina, prohibiéndoles, extraoficialmente, que trajeran comida de casa. Qué desagradecidos aquéllos que montaron el llamado "Motín del tupperware" que tuvo lugar en 2.010, cuando muchos trabajadores comieron de sus tarteras en los jardines del lugar, en vez de disfrutar del sano y nutritivo menú de la cantina. Ante la gravedad de los hechos, Abengoa tuvo que despedirlos.

Cada vez que pasamos por delante de Palmas Altas, mi mujer hace los cuernos con la mano. Bueno, ya no, ya se le pasó, pero hubo un tiempo en que no lo podía evitar. Después de dejarse la piel por la empresa durante casi tres años, la echaron de muy malas maneras, con un criterio puramente personal, de forma improcedente. Ahora ya ha salido a la luz la situación real de la multinacional sevillana, pero los que conocíamos a gente de dentro, sabíamos que esto podía pasar desde hace años. Y sabíamos lo de la ausencia de los sindicatos, algo curioso en una empresa que tiene miles de trabajadores. ¿Por qué no salía nada de esto en los medios? ¿A qué se han dedicado nuestros gobernantes, que parecen no ver lo que tienen delante de sus narices? Abengoa era, hasta hace pocos meses, motivo de orgullo y de noticias positivas en las páginas salmón de los periódicos. Un ejemplo a seguir. Ahora se pasa de puntillas sobre el tema. Se intenta salvar el barco, por los trabajadores, para que mantengan sus trabajos de condiciones esclavas. Pero nadie habla de los causantes de todo este desatino. Los miembros del consejo de dirección, que han manejado la empresa como si fuera su cortijo. Los contactos políticos que cobrarían cantidades indecentes de dinero por asesoramientos que no han llevado a nada. Los gobernantes y los sindicatos, que llevan años mirando para otro lado.

Se habla mucho, ahora con la crisis, de la importancia del tejido empresarial, del apoyo al emprendimiento, pero no he encontrado todavía un análisis serio y profundo sobre la anticuada y obsoleta mentalidad de los consejos directivos de la mayoría de las grandes empresas de nuestro país, que priman el beneficio personal sobre todo lo demás. Que ven al trabajador no como un activo, sino como un gasto más de la empresa, que hay que reducir a toda costa. Que basan el crecimiento de la facturación en el crédito, construyendo sobre cimientos de barro, vendiendo humo.

Abengoa no desaparecerá, es demasiado grande y está muy bien conectada como para eso. Pero en su caída habrá arrastrado a cientos de trabajadores y pequeñas empresas proveederoras, que no podrán aguantar los repetidos impagos de la compañía, que ya ha reconocido abiertamente que no podrá pagar toda la deuda. Mientras, si pasáis por la noche delante de Palmas Altas, podréis comprobar que para pagar electricidad sí que tienen. El edificio permanece completamente encendido por la noche, vacío, sin trabajadores a los que alumbrar, como un barco que navega a la deriva en la oscuridad de la noche empresarial sevillana.


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