viernes, 9 de septiembre de 2016

No.

Esta es, al parecer, la palabra favorita del principal líder de la oposición. Una palabra que recuerda a la de los niños de dos tres años, cuando entran en la fase de negación universal. "Niño, ¿quieres hacer pipí? No. ¿Quieres comer? No. ¿Quieres dormir? No. ¿Quieres dos millones de euros? No". Pedro Sánchez, en las últimas semanas y, especialmente, en las fallidas sesiones de investidura, nos ha recordado a un niño de estas edades, negando más veces que el santo homónimo. Lo malo, es que, a diferencia del caso de los infantes, cuyas acciones no influyen más allá de las puertas de sus hogares, la actidud del tozudo dirigente socialista nos afecta a todos.

Pero esto no es, a nuestro juicio, lo peor. Lo peor es que Pedro Sánchez, aparte de decir que no a la investidura de Rajoy, no dice nada más. No propone alternativa. Y, en un ejercicio de malabarismo circense, niega también las terceras elecciones. "No apoyo un gobierno del PP, no me postulo como candidato dentro de un gobierno alternativo, pero no quiero elecciones en diciembre", parece decir. Pedro Sánchez nos recuerda a ese niño que entra en bucle y no sale del no, sin saber cómo escapar, pero manteniéndose empecinadamente en su postura, sin acordarse al final de a qué se estaba negando.
Y lo peor es, también, y aunque la mayoría de los medios se empeñen en lo contrario, que Pedro Sánchez no es el único enamorado de la negación. Ni el único culpable de esta situación. Rajoy, aunque quiera aparentar lo opuesto, se mantiene en su inacción y en su incapacidad de ceder en nada, negándose también a cualquier acuerdo que no pase por mantenerse en el poder, como si siguiera teniendo la mayoría absoluta. Rivera, el comodín de nuestro Parlamento, se niega a cualquier tipo de acuerdo con los "radicales" de Podemos, el otro partido del cambio hace pocos meses. Iglesias, se niega, a su vez y con reciprocidad, al acuerdo con los naranjas y, al mismo tiempo, a renunciar al referéndum en la tierra del pan con tomate. Para terminar, el gazpacho de nacionalistas e independentistas se atrincheran en su fortaleza del "no a todo si no nos dejais irnos de España".

En nuestra opinión, todos son culpables, en mayor o menor medida, por no ser capaces de gestionar los resultados electorales. Contra lo que se repite cansinamente en los medios, los votantes no quieren que haya un gran acuerdo entre partidos, ni una imposible coalición. Cada uno ha votado con la intención, con el deseo, de que su partido consiga mayoría absoluta y gobierne conforme a sus ideas. Así somos. Lo que no entienden los líderes políticos es que su deber, para lo que les pagamos mes tras mes, es gestionar estos resultados y gobernar conforme a ellos. Punto.

¿Y esto cómo se hace? Pues una opción sería, ante la falta de reglas y de acuerdos, dejar gobernar a quien ha ganado las elecciones, por mucho que nos duela. La perspectiva de un parlamento fragmentado y de un gobierno en minoría puede ser una oportunidad de que la oposición haga algo más que protestar. Teniendo más escaños que el gobierno, los partidos del "cambio" podrían sacar adelante reformas y leyes de calado sin la necesidad de formar parte de él. Podrían conseguir una Ley de Educación consensuada entre todos con el compromiso de que perdurara en el tiempo. Podrían derogar la Reforma Laboral y aprobar otra más justa con los trabajadores y menos a medida para los empresarios. Podrían eliminar el Impuesto al Sol, reformar la Ley Electoral...

Es urgente que alguien se ponga al mando del barco y que los demás hagan una oposición honrada y constructiva. No tiene sentido esta situación de bloqueo. Dejen de pensar únicamente en sus propios intereses y trabajen por el país que les paga sus abultados sueldos. Convocar, por motivos personales, por mantener la silla, o por no bajarse del burro, unas terceras elecciones sería algo inadmisible. Ya está bien, no nos pregunten más y hagan su trabajo. Hay que aceptar los resultados y respetar la opinión expresada, dos veces ya, por los ciudadanos. ¿No iba de esto la democracia con la que tanto se llenan la boca? Pues practíquenla.

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